Opinión

La caridad y los indultos

Ciertamente, los indultos concedidos a los dirigentes de la Generalidad y del Parlamento de Cataluña, que impulsaron, si no lo hubieran hecho no habrían tenido lugar, los hechos que perturbaron el orden constitucional en octubre de 2017, no han sido actos caritativos.

Realmente, como los que se identifican como gentes de ‘progreso’, creen mayoritariamente en la solidaridad, y de alguna manera parece que entienden que esta es algo distinto de la caridad, cuando lo cierto es que la solidaridad es solo uno de los prismas de ella, basta recordar lo que escribió y paseó por el mundo el uruguayo Eduardo Galeano que afirmaba que "la caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo", pues en la terminología al uso entre los que se pretenden progresistas, la referencia sería a la solidaridad.

Una precisión, no obstante. Dice el diccionario de la Rae en la primera de las acepciones del término que la caridad es la actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. Y enseña la Iglesia católica que es una virtud teologal que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo. El catecismo lo determina aún más, al concretar que la caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia; exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión. Y ahí en consecuencia, el ámbito de la caridad, como una manifestación de la misma está por tanto la solidaridad. Puede que sea perder el tiempo, pero no viene mal recordarlo.

Como lo que ha impulsado los indultos se ha dicho que era la concordia, la reconciliación o facilitar el dialogo, podría haber alguna duda al respecto. Creo que lo ha aclarado el arzobispo de Oviedo en un artículo publicado en el diario ABC bajo el título ‘El indulto de palabras que engañan’ en el que dice: "Se indultan los intereses construidos desde el diseño egoísta e insolidario de quien se aprovecha tan solo de su propia causa engañando, forzando, manipulando, insidiando y dividiendo. Pero no se indulta la vida del no nacido a cuyo asesinato en el seno de su madre se aspira a que sea un derecho, ni la vida del enfermo o anciano terminal al que se permite acabar con su vida eutanásicamente en lugar de cuidarla con respeto, cariño y consuelo".

España, ha dicho también el prelado ovetense, "es un Estado dederecho y tiene un ordenamiento jurídico que hay que respetar y es difícil apostar por un dialogo con gente que no quiere hablar u ofrecer medidas de gracia a gente que quizás no las merece".

Esto nos lleva a tener que hacer referencia a que la justicia y la caridad no se oponen, se complementan y, por tanto, la concesión de indultos no se basa en la caridad, sino que obedece a otras causas de oportunidad, extrañas a la idea de justicia y desde luego a la caridad. El cumplimiento de la Ley justa es un bien desde la óptica del evangelio, y las consecuencias de su trasgresión no pueden ser objeto de la caridad, más allá de que esta es siempre amor al prójimo.

De modo que la motivación, la causa de los indultos no puede ser sino circunstancial, política y de oportunidad, y así ha sido en el caso que nos ocupa. Solo cabe esperar que sirva para el único fin que está por encima del derecho e incluso la justicia, que es la paz. Así lo escribió el gran jurista también uruguayo Eduardo Couture en sus mandamientos del abogado: "Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz".

Solo cabe preguntarse, escuchando a los beneficiarios de la gracia, si han renunciado a lo que ellos llaman conflicto, que no solo han planteado sino que, a la vista de alguna de sus declaraciones explícitas quieren mantener, llamando incluso a continuar la confrontación con el Estado, de tal suerte que es difícil entender cómo se habla a la vez, según la hora y conveniencia, de dialogo y confrontación. Por cierto, el discurso de investidura del señor Aragonès fue bien elocuente al respecto. El conflicto debe sustanciarse, lo he dicho muchas veces, y debe hacerse a la vista de los términos contemplados por los que lo plantean. Y ya se sabe que la firmeza es un aliado para salir airoso de un conflicto, combinándola con la negociación.

Se verá. Entretanto, lo cierto es que señales favorables no se observan muchas.

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