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Un pacto, mil intenciones

DEMASIADA CORBATA y traje oscuro en las escalinatas de la sede del Ministerio de Agricultura para la foto de familia tras la firma del acuerdo para salvar el sector lácteo. Muchos guionistas, empezando por la propia Administración central. También actores secundarios y de reparto, de esos que siempre están lejos del foco pero que a la postre resultan decisivos para mantener el argumento y garantizar el éxito final. Entre ellos, lógicamente, distribución e industria. Estaban casi todos. Sin embargo, pocos protagonistas estelares, ganaderos y productores, las víctimas en este drama. Ellos son los que tendrían que haber subido a recoger el premio.

¿Resulta creíble un acuerdo para garantizar una subida razonablemente encubierta del precio de la leche que sea más celebrado por la industria y la distribución, las que parecen ceder, que por las propias organizaciones agrarias y algunas cooperativas? Por muchas respuestas que queramos plantear, solamente un indicador, a modo de termó- metro, nos dirá si el enfermo evoluciona favorablemente. Y la medida de todo ello nos la dará la evolución del precio de la leche en origen en Galicia, actualmente la más baja de España, en los próximos meses. De poner blanco sobre negro ese diagnóstico se encargará el Fondo Español de Garantía Agraria; es decir, Madrid.

Muchas intenciones, muchos compromisos... Pocas obligaciones. Lo saben los productores, y también todos los firmantes, sobre todo la distribución, que se ha encargado este mes largo de negociaciones, borrador de ida, borrador de vuelta, de advertir al departamento de García Tejerina de las líneas rojas de la libre competencia que no se podían pisar. Los planteamientos iniciales de precios mínimos, garantías y sanciones son historia contemporánea. Incluso la industria gana, ya que ha logrado que desaparezca de los documentos de trabajo la referencia al compromiso inicial de "aplicar en sus contratos precios de compra que permitan remunerar los costes de producción a los ganaderos, al menos para los volúmenes que venían produciendo hasta el pasado 1 de abril". Sin embargo, no todo es negro. Ni mucho menos.

De acuerdo en que estamos ante el tercer intento en tres años por parte del Ministerio de Agricultura para mejorar los precios de la leche, hasta ahora con un resultado más que pobre. Y es que debemos situarnos en otro plano para valorar realmente el alcance que puede tener el pacto firmado en Madrid. El de las oportunidades.

Por un momento, si repasamos el documento firmado, esos escasos cuatro folios tan calculadamente negociados, caeremos en la cuenta de que, de cumplirse todos los puntos por todas las partes, solo habrá ventajas a futuro para el sector y para los ganaderos. Si trazamos una voluntarista e imaginaria cuenta de resultados que, de aquí a un año, coloque en la casilla de los compromisos cumplidos todo lo prometido, el acuerdo sin duda habrá sido un éxito.

Porque hay sustanciales novedades que, al margen de los precios, supondrán un cambio de relaciones en el sector. Por ejemplo, la mayor transparencia en la conformación de los precios. De cumplirse este punto, lograremos conocer el reparto de márgenes entre industria y distribución, y se habrá acabado tanto oscurantismo en las relaciones en la cadena. Hay cláusulas de confidencialidad incorporadas al pacto, pero al menos el regulador y el supervisor (ministerio y Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) podrán saber de una vez a quién tienen enfrente.

Otra novedad que, de cumplirse, solo traerá mejoras. La presencia de las patronales de la distribución en una suerte de sanedrín en el seno de la Interprofesional Láctea, con productores e industria. Al menos, a partir de ahora se mirarán a la cara para defender sus posiciones y, en el mejor de los casos, establecer un mínimo diálogo inexistente hasta la fecha. Sin embargo, es en el difuso campo de los matices donde está lo mejor. Veamos.

De cumplir la industria con lo firmado, sin duda los precios en origen mejorarán. Y es que uno de los puntos del acuerdo se presenta en este aspecto como trascendente. La Fenil, el lobby de la transformación, se compromete, aunque de forma vagamente calculada, a «compartir con los ganaderos la revalorización que las industrias obtengan sobre los precios de cesión, como resultado de la revisión de las modalidades de contratación con la distribución». Es decir, trasladará a los productores los incrementos de márgenes y beneficios que consiga.¿Nos lo creemos? El seguimiento del acuerdo que promete el ministerio nos lo dirá. Ese es otro compromiso. Uno más de muchos.

Pemex y el imaginario inversor de Galicia 

SIN APENAS RIESGO a equivocarnos, solo chequeando datos, podemos circunscribir la inversión extranjera en Galicia a la categoría de mera anécdota. Lo es por su escaso importe a lo largo de los últimos años. Y por otra cuestión: solo determinadas operaciones puntuales, anecdóticas, cambian la tendencia y levantan los registros oficiales. Galicia recibió el año pasado un total de 51,8 millones de euros de inversión extranjera bruta, apenas el 0,27% del total de España. Ese importe y nada es casi lo mismo. Este año, en el segundo trimestre, para colmo, ha sido una operación llevada a cabo desde el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes (lo dice el Ministerio de Economía) lo que hace cambiar la tendencia y recuperar algo el ritmo.

Y todo esto viene a cuento de varios proyectos que tocan a su fin, y otros que están por venir. Y, como si de un monocultivo inversor se tratase, tienen como único sujeto a Pemex, la petrolera pública azteca. El grupo cumplió con lo anunciado inicialmente y los astilleros gallegos, con los floteles, también respondieron. Lo ha hecho Navantia y lo hará Barreras en breve. Ahora el miedo llega por esa inversión para el nuevo puerto exterior de A Coruña. Pemex, en estos años, lo único que ha hecho, cada mes de agosto, es renovar el aval de la concesión en la nueva terminal. Nada más. Todo en el limbo.

Para conocer la predisposición de Pemex habría que mirar sus cuentas, con pérdidas que se multiplican, los precios del petró- leo y la liberalización de los hidrocarburos en México. Todo ello hace muy difícil que acometa ahora nuevos proyectos. Quizá el problema esté en Galicia, por haberlo fiado todo a un gran inversor que ahora sufre.

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