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La metamorfosis de Galicia

TAL COMO éramos y tal como somos.Galicia ha sufrido una auténtica mutación durante la crisis. Aunque por momentos algunos cambios nada epidérmicos resultasen imperceptibles para el bolsillo más allá del desempleo o el nivel de renta, que no es poco, el código genético de la economía gallega ha sido alterado de forma brusca en estos años. Para comprobarlo hace falta perspectiva, más allá de puntuales indicadores que un trimestre apuntan en una dirección y el siguiente en la contraria. Y también un análisis sosegado. ¿Ha sido para tanto el revolcón? ¿En qué hemos cambiado?

El esbozo de urgencia es de sobra conocido: somos menos, con más paro que antes, tenemos menos empresas, exportamos más e invertimos poco. Sin embargo, bajo el manto de la crisis, entendida como el encadenamiento de dos recesiones entre 2008 y el segundo semestre de 2013, se esconde una nueva realidad en la que pocos reparan. ¿Cómo era Galicia en 2008, cuando estalló la crisis, y cómo llegó a 2015, cuando se da prácticamente por finalizada? El Foro Económico de Galicia, en un análisis en el que apenas se ha reparado esta semana, aporta las claves a través de una quincena de variables que comparan estos años. Y hay sorpresas. Galicia se ha "terciarizado" de forma acusada en estos años, por ejemplo, con un sector servicios que ha apuntalando su crecimiento en segmentos maduros como el comercio, el transporte y la hostelería. Industria, en menor medida agricultura y pesca y, sobre todo, construcción, tiene mucho menor peso ahora en la estructura del Valor Añadido Bruto que hace siete años. Esta realidad tiene una traducción en el ámbito empresarial. Galicia cuenta hoy en día con 7.930 empresas constructoras menos que en 2008, lógica consecuencia del final de la burbuja, pero es que si atendemos a la industria, que siempre ofrece más estabilidad laboral y menos temporalidad para sus trabajadores, comprobamos que en la cuenta nos faltan otras 3.000 empresas, que son las que la crisis dejó por el camino, frente a las 15.353 industrias contabilizadas en 2008.

En total, el saldo neto arroja una pérdida de 5.800 empresas durante la gran recesión, con una caída de casi el 3%. Del total en estos años, unas 203.374 empresas en 2008 frente a las 197.538 de 2015, solo crecen las firmas sin asalariados. En otras palabras, los autónomos. Son 6.500 empresas más, que alcanzan ya el 54% del total de las que hay en Galicia, cinco puntos sobre el dato de 2008. Entre la gran empresa, la de más de cien asalariados, ha habido unas 110 bajas. Son una especie en extinción, representando tan solo el 0,25% del total de nuestro sistema productivo.

De la natalidad empresarial a la de carne y hueso. Galicia pierde población. En estos años, nada menos que 66.420 personas, de las que 7.952 eran extranjeros. Galicia representaba en 2008 el 6,03% de la población española. A enero de este año, su peso en el conjunto nacional había descendido hasta el 5,84%. Pero hay algunos datos demográficos realmente alarmantes en estos años, que deberían invitar a una profundísima reflexión. Al menos, de momento, es seguro que agitarán el debate.

La crisis demográfica latente, unida a las dos recesiones, ha hecho que, dentro de la pirámide de población, la comprendida entre edades de 20 y 29 años haya caído en casi 102.000 censados. El dato, lógicamente, no  tiene que ver en exclusiva con el éxodo de jóvenes gallegos, ya que se debe incorporar el propio descenso natural que arrastra la pirámide poblacional con los años. Los censados entre 20 y 29 años han pasado de representar el 13% de la población de Galicia en 2008 a apenas llegar al 9,5% en 2015.

¿Ha sido realmente todo negativo en estos años? La mutación que trajo la crisis también tiene lecturas positivas. Y es obligado hacer mención a las exportaciones, que han provocado que el saldo comercial se dispare hasta los 3.710 millones entre 2008 y 2015. El sector público ha tomado el relevo a las empresas a la hora de invertir en I+D. El gasto en este apartado solo cae, aunque mucho, en el sector privado, y crece entre administraciones y universidades. Un consuelo. Como lo es también comprobar las tasas de riesgo de pobreza y exclusión social en Galicia. Este indicador, conjuntamente, ha permanecido invariable durante estos años, clavado en el 24,6% de la población gallega, frente al 28,6% de la media española, que avanzó cuatro puntos en siete años.

Todos estos datos, que se resumen en uno (Galicia pasó de una tasa de paro del 8,6% en 2008 a otra del 18,1% en 2015) sirven para construir un relato, el de la crisis, que debería ser pronto historia contemporánea.

Pasos cortos en el largo camino de la AP-9
Tiene razón la conselleira de Infraestructuras cuando advierte de que la comisión mixta entre la Xunta y Fomento para la gestión conjunta de la Autopista del Atlántico es una gran oportunidad para Galicia. Es una ocasión de oro, se podría resumir. La clave está en aprovecharla. En hacerse valer en la mesa de negociaciones, en la que, de un lado, estará Ethel Vázquez, y de otro, Julio Gómez Pomar, el secretario de Estado de Infraestructuras con Ana Pastor y también con el actual ministro, el cántabro Íñigo de la Serna. Gómez Pomar conoce bien Galicia, de la que seguro no guarda un buen recuerdo, ya que era presidente de Renfe cuando se produjo el accidente de Angrois.

La joven Ethel Vázquez tendrá enfrente a otro tecnócrata, pero curtido en Faes, la fundación de Aznar, con lo que aporta cierto barniz político a su gestión. Más allá de los perfiles, de lo que se trata es de arrancar todos los compromisos posibles en esa comisión. El primero, que Fomento se haga cargo en exclusiva de las contraprestaciones que religiosamente cobra cada año Audasa, la concesionaria, por levantar los peajes de Rande y A Barcala, como quiere Feijóo. 

Suena bien esa flexibilización en los peajes que plantea la Xunta para la AP-9, sea por horas, por uso o por tipos de tráficos. Llama la atención que todo lo que pide ahora el Gobierno gallego para la Autopista del Atlántico no lo aplique desde hace tiempo en las autopistas que son de titularidad autonómica (A Coruña-Carballo y Puxeiros-Val Miñor), y que además están gestionadas por la dueña de la concesionaria de la AP-9, que es Itínere. Por tanto, menos verbo y más hechos en un asunto clave para Galicia.

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