Opinión

El último suspiro del conde de Fenosa

José María Arias, hasta este miércoles vicepresidente del Popular, ve cómo su apuesta por Emilio Saracho acaba en fiasco

Pedro Barrié de la Maza falleció en 1971. Sin embargo, no fue hasta la noche del pasado martes cuando algo se fue definitivamente con el conde de Fenosa. Para siempre. Era lo que quedaba del segundo banco más antiguo de España, cuyos orígenes datan de 1776. Con la absorción del Popular por el Santander, previa intervención exprés de las autoridades bancarias europeas, desaparecen dos marcas a la vez, porque se va también el Pastor, que fue segregado en la etapa de Ángel Ron y operaba como supuesta franquicia independiente en Galicia, aunque sus resultados consolidaban con los de la entidad matriz. Tres bancos que de un plumazo acaban en uno y, de paso, convierten en dogma de fe irrevocable el último suspiro del conde de Fenosa. 


La metáfora no es tal si nos atenemos a quien ostenta actualmente ese título nobiliario, heredado de su tía en 2011, meses antes del anuncio de absorción del Banco Pastor por el Popular. José María Arias, actual conde de Fenosa, se queda con el título pero sin banco ni acciones, ya que entre los grandes damnificados en la absorción de Pastor por el Santander está la Fundación Barrié, cuyas riendas asumió el último financiero gallego tras el fallecimiento de Carmela Arias y Díaz de Rábago, la viuda de Barrié. Arias era hasta este miércoles nada menos que vicepresidente del Banco Popular, tras haberlo apostado todo al blanco con la llegada de Emilio Saracho a la presidencia hace unos meses, y después de haber tomado parte activa en la operación de derribo de Ángel Ron, indignado con el devenir del banco. No pudo ser y finalmente salió negro.

Los accionistas del Popular, del que la Fundación Barrié llegó a tener un 7,8% de su capital tras la absorción del Pastor, lo pierden todo. Antes de la intervención, eso que ahora los tecnócratas de Madrid y Bruselas llaman eufemísticamente mecanismo de resolución, la fundación de Arias, lo que quedaba del capital gallego en un banco patrio, había visto evaporarse nada menos que 420 millones de euros, entre ampliaciones de capital y continuo descalabro del Popular en Bolsa.

Con el fin del Pastor y su marca se cierra el último capítulo de la historia del capital gallego en la banca española



El mercado dicta sus propias leyes, escritas o no, y al despeñarse las acciones, el Popular corría el riesgo de dejar su capitalización bursátil por debajo de la valoración que los bancos de inversión otorgaban al Pastor si se optaba por un plan b y se vendía de forma separada. Los chicos de Goldman Sachs valoraban el Banco Pastor en 606 millones de euros.

BOTÍN. De escribir el último capí- tulo de lo que quedaba del sistema financiero gallego se ha encargado Ana Patricia Botín, en una operación relámpago, del todo improvisada, pero no por ello menos interesante y que, a la postre, puede resultar también muy rentable. A Ana Patricia, desde que asumió la presidencia del Santander, le faltaba dar un gran golpe, como solía hacer su padre Emilio. Por ejemplo, cuando compró Banesto o engulló al Central Hispano de Amusátegui y Corcóstegui.

De la improvisación de la operación da buena cuenta Galicia, donde el nuevo banco (es decir, la suma de Santander, Popular y Pastor) dispara las duplicidades muy por encima del resto de mercados.

A Ana Patricia Botín le faltaba un golpe al estilo de su padre, como fue la compra del Central Hispano o de Banesto



El dato que aporta el Santander en su presentación remitida a la autoridad bursátil, esa concentración del 28,9% de cuota de oficinas en Galicia, es en realidad la suma que tenían Popular-Pastor (16,8%) y Santander (12,1%) cuando se anuncia la compra del banco gallego por la entidad de Ron, en 2011. Los datos eran, además, de 2009, según constaba en el documento de integración. Por tanto, ocho años, muchos ERES y cierres de oficinas de por medio, han cambiado el reparto de fuerzas de forma considerable. En cualquier caso, el de las duplicidades en el mercado gallego, consecuencia de la histórica fortaleza del Pastor, será uno de los primeros problemas que aborde el equipo de Ana Patricia Botín cuando toque hablar de solapamiento de red. Consecuencia: los cierres serán en estas latitudes más acusados que en el resto de España. Y, con ello, la merma de una plantilla ya diezmada. Más de 4.100 empleados tenía el Pastor cuando fue adquirido por el Popular. Hoy no pasan del millar. Las autoridades de Competencia tendrán algo que decir ante el hachazo que se avecina. Santander y Abanca suman, con esos datos que maneja el banco de origen cántabro, el 64,5% de toda la red bancaria en Galicia.

El final del Pastor es también el punto de fuga para un sistema financiero que un día fue propio. Con la digna excepción de la Caixa Rural Galega, de base cooperativa, la banca gallega comenzó en 2010 un duro viaje a ninguna parte. Abanca (Caixa Galicia, Caixanova y Banco Etcheverría), Sabadell (Banco Gallego) y ahora Santander (Popular-Pastor) redibujan un mapa en el que el capital gallego ha desaparecido por completo. El Pastor es ahora el último suspiro.

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