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Banqueros desterrados

La quiebra del sistema financiero gallego acaba con sus directivos en la cárcel o en Madrid

JOSÉ LUIS Pego se tomaba muy en serio las pachangas de baloncesto que jugaba con los empleados de Caixanova cada lunes en Nigrán. Eran los buenos tiempos de la caja del sur. Con sus 1,90 justitos de estatura, el que fue primero hombre fuerte de Caixanova y luego de Novacaixagalicia, en ambos casos en calidad de director general, solía exhibir una competitividad desatada, que dejaba perplejo a más de un rival, siempre subordinados. ¿Habrá hecho gala de sus movimientos en el patio de la cárcel de A Lama en estos diez meses? Lo cierto es que Pego, como algunos de sus compañeros, responsables del escándalo de las indemnizaciones millonarias de las cajas gallegas, podrá a partir de ahora buscar algún hueco para jugar al basket. Porque está ya en régimen de semilibertad, cuando ha cumplido algo más de la cuarta parte de su condena. 

El de José Luis Pego ha sido, por decirlo de alguna manera, un exilio interior. A la sombra. La misma suerte ha corrido Goyo Gorriarán Laza, que tenía en la cabeza el sudoku inmobiliario de la caja fusionada, también condenado, y Óscar Rodríguez Estrada, otro fiel a Julio Fernández Gayoso. Todos han pasado por prisión por  el caso de las indemnizaciones. Y excepto el patricarca del clan, los tres enfilaron el mismo destino cuando dejaron sus cargos en Novacaixagalicia con el hatillo bien cargado. Pego decidió alternar Vigo con Madrid, donde estableció su residencia a partir de 2012, al salir de Novacaixagalicia. Y en Madrid también fue detenido Gorriarán, que ha pasado estos meses en Soto del Real. Rodríguez Estrada suma y sigue: hace pivotar sus sociedades patrimoniales desde Madrid. 

La quiebra del sistema financiero gallego, vista con cierta perspectiva, ha acabado con sus directivos en la cárcel o en Madrid, donde se han establecido gran parte de las antiguas cúpulas de las cajas y bancos que un día, no hace mucho, fueron referencia. En la capital rehace su vida profesional, por ejemplo, Javier García de Paredes, que ha tenido que devolver el dinero cobrado cuando salió de Novacaixagalicia, pero por la vía laboral, y no penal. El que fuera número dos de José Luis Méndez ejerce en un despacho de abogados. Otro compañero, Francisco Senra, en su momento director de la asesoría jurídica y secretario del consejo de Caixa Galicia, también ejerce como letrado en Madrid. Y allí se ha afincado Francisco Zamorano, inspector del Banco de España en excedencia y hábil responsable de riesgos de la caja fusionada. En su día, Zamorano se pasó de frenada y fue multado por el propio instituto emisor por falsear tasaciones en Caixa Galicia. El destierro sigue.

julián


Si miramos a las cajas, pocos son los ejecutivos de primer nivel de la última etapa que ocupan hoy puestos de relumbrón, no sin alguna dificultad, en entidades conocidas. Es el caso de Enrique Tellado (Evo Banco) o César González Bueno (ING, de nuevo). Lo hacen en Madrid. Son de los pocos que no se lo han montado por libre, como García de Paredes y compañía. 

Pero no es suficiente con mirar solo a las cajas fusionadas y su resultante quebrada. Otros sonoros fiascos financieros recientes han dado con los huesos de sus primeros espadas en Madrid. Caso, por ejemplo, de Juan Manuel Urgoiti, expresidente y accionista del Banco Gallego, entidad también rescatada con dinero público. El de Urgoiti es un caso especial, tras haber estado también la friolera de veinte años en el consejo de administración de Inditex. La Fundación Gaiás y la presidencia de Pescanova también ataron en su momento a Urgoiti a Galicia, que ahora, a sus 78 años, se reinventa en Madrid con sus negocios y sus hijos.

Más nombres propios. Ilustres de las finanzas como José María Arias han optado recientemente por Madrid como residencia habitual, en su caso una decisión que trascendió semanas después de que el Banco Popular, del que era vicepresidente, acabara en manos del Santander previa nacionalización exprés dictada por Europa. Arias sigue al frente de la Fundación Barrié, que preside, y en la que cada vez tiene más peso su hija Carmen. Camino inverso el que ha tomado Ángel Ron, que cada vez se deja ver más por su Compostela natal. El suyo ha sido un viaje desde Madrid a Galicia, de retorno, tras su cese en la presidencia del Popular, anunciado a finales de 2016. 

Del exilio interior de aquellos que pasaron por la cárcel a todo un éxodo, o un destierro, según se mire, de los financieros que protagonizaron la última década de las finanzas patrias... Siempre se podrá concluir que el mercado laboral gallego es muy estrecho para tanto notable. Pero también que las calles de A Coruña, Santiago o Vigo acabaron siendo intransitables para ellos.

¿Justo ahora la financiación autonómica?
Para  situar el marco en el que se debate el nuevo modelo de financiación autonómica, trascendental para todos, conviene tirar de calendario. Primero, hacia atrás. El modelo vigente data de 2009. Nada menos. Casi diez años y una crisis que lo ha cambiado todo han transcurrido desde el último "café para todos" de Rodríguez Zapatero. La crisis como excusa antes y el problema catalán, y los privilegios de Euskadi, como coartada ahora. ¿Es el momento adecuado para que se debata y pacte un nuevo modelo? ¿Exactamente  ahora, cuando una autonomía, que representa casi el 20% del PIB español, se encuentra intervenida y en plena carrera electoral para salir del atolladero? Las dudas no surgen solo por las elecciones en Cataluña, que lo condicionan todo, porque estamos en un escenario en el que ya se ha activado una financiación a la carta para uno de los que deberían sentarse a la mesa. El concierto económico y el cupo vasco, tras el mal trago de su aprobación en el Congreso en lectura única, abre de nuevo la brecha entre autonomías y solo cabe interpretar su luz verde por motivos tácticos, para engrasar esa alianza del PP con el PNV con el fin de desbloquear los presupuestos de 2018. 

Un motivo de calado nos debería llevar a replantearlo todo. Si los partidos mayoritarios de este país (PP y PSOE) han acordado tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña hincar el diente al modelo territorial en un plazo de seis meses, con reforma de la Constitución incluida, ¿no será justo después el momento de debatir el encaje financiero de esa nueva estructura? En síntesis, primero el qué y luego el cómo. ¿O es que todo esto es una gran milonga?

Álvaro Nadal: una subasta de interrumpibilidad que no gusta a nadie
Contentos  tiene Álvaro Nadal a los grandes consumidores de energía. Los Alcoa, Ferroatlántica, Celsa, Megasa y compañía todavía están en plena digestión de la orden que modifica el sistema de interrumpibilidad, poco menos que subvenciones encubiertas a ojos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia pero salvavidas para esas empresas intensivas en energía, que ven en las subastas del Ministerio de Industria una vía de ingresos, determinante en algunos casos. Dos novedades trae la orden, y no son nada positivas para las pretensiones de unas industrias, especialmente Alcoa, que llevan a gala la amenaza de la deslocalización cuando no le vienen bien dadas. Esas malas noticias pasan por subastas por un período de cinco meses, en vez de un año, como hasta ahora, y rebajas en el precio de los bloques de megavatios respecto a la última convocatoria. Nos espera un mes de diciembre muy complicado.

Antón Arias: última llamada para recomponer la patronal gallega
El protagonista estuvo ausente esta vez, y algo se avanzó. Antón Arias, de reconocido buen talante, representa el mal para Pontevedra, la facción de la patronal gallega que apuesta por su salida al frente de la organización, en una vuelta a empezar sin rumbo fijo aparente. Con esa permanente amenaza del sur, esta vez Arias ha dado un paso atrás y ha dejado que una junta de vicepresidentes, en la que estuvieron los representantes de las cuatro provincias, retome esa reforma de estatutos que tanta falta hace en la patronal para que vuelva a ser lo que fue, si todavía estamos a tiempo. Arias siempre ha dicho, por activa y por pasiva, que él no iba a ser el problema. A diferencia de Fernández Alvariño o Diéter Moure, sus antecesores, el coruñés sabe por qué está ahí y cuál se su misión: sanear las cuentas y nuevos estatutos.Y en ello sigue, incluso a distancia.
 

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