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Perseguir a Lou Reed

El relato de la obsesión de Manuel Vilas por el artista retrata el cambio de España

MANUEL VILAS empezó a conocer España gracias a Lou Reed. Vivía en Barbastro Huesca y tenía 12 años cuando en 1975 descubrió, con asombro, que aquí mandaba Francisco Franco. Fue un descubrimiento casual. Nunca había oído hablar de ese señor. En cambio, ya estaba fascinado por la música de Lou Reed. A finales de enero, intercambió con su amigo Ángel Sariñena Harvest de Neil Young, por Rock’n’roll animal de Reed. Ese trueque cambió su vida, al inaugurar una obsesión que ya nunca cesaría. Creció tanto, que Vilas acaba de hacer con ella un libro singularísimo, difícil de clasificar: Lou Reed es español, Mal paso Ediciones. Puede que sea un ensayo de ficción, ya que después de todo, además de hacer hablar a Vilas, el autor consigue que nos hable Lou Reed en persona. Pero también es una novela, y un libro de historia, y una extensa crónica musical… Sobre todo es un libro que solo podía haber escrito Manuel Vilas. Manuel Vilas hace cosas que solo sabe y consigue hacer Manuel Vilas. Se habla mucho deManuel Vilas, pero habría que hablar más, porque se habla poco.

En 1975, cuando supo que Lou Reed al fin visitaría Madrid y Barcelona, acudió a una gran enciclopedia para consultar un mapa de España. Descubrió que Barbastro estaba más cerca de Barcelona. También descubrió que Barcelona tenía vistas al mar. Después se presentó en la estación de autobuses para preguntar cuánto costaba un billete hasta allí. Pero no había billetes directos a Barcelona. Había que ir a Lérida y desde allí subirse a otro autobús a Barcelona. La oportunidad decayó. Era demasiado joven, al fin y al cabo. Vilas se conformó con ver las fotos de los conciertos. En las revistas musicales de la época hizo otro hallazgo inesperado: la censura franquista. En las reseñas del concierto "se habla de que unos guardias civiles habían ido a ver a Lou Reed y le habían ordenado que no cantara una canción. Y esa canción era Heroin. Fue entonces cuando Vilas tuvo que indagar quién era Francisco Franco, "y de pasó por qué su policía prohíbe a Lou Reed cantar Heroin, y dónde demonios se puede escuchar esa canción", que no aparecía en los dos discos que él tenía del artista.


Vilas un día decidió que la música de Reed contendría su vida. Fue una decisión "a la que no llegué libremente, sino que se me impuso artísticamente"


Su primer gran viaje se produjo en 1977, con 14 años. Fue un viaje de 66 kilómetros. A Lérida. Sin familia. En autobús. Junto a un señor que comía bocadillos de sardinas y fumaba farias y una señora que llevaba consigo una gallina. En Lérida lo esperaba una prima de un amigo, que lo acompañó hasta Discos Martínez, donde compró Transformer y Sally can’t dance. Cada elepé costaba 325 pesetas.

Su segunda gran aventura lo llevó a Andorra. Otra vez en autobús, en una de esas excursiones de ida y vuelta en el mismo día, en las que se salía a las cinco de la mañana y se regresaba a las doce de la noche. Entonces, la gente iba a Andorra a comprar tabaco, whisky, azúcar, y en el caso de Vilas, más discos de Lou Reed, sin censura.

Cuando surgió una nueva ocasión de acudir a un concierto, Vilas seguía siendo menor de edad, pero la determinación de escuchar a su héroe era invencible. Volvió a subirse a un autobús, y en el último tramo, entre Zaragoza y Barcelona, a un Seat 127. Era 1980. Lentamente, el relato de su obsesión por el artista se convierte a la vez en un relato de la historia de España, y cómo evoluciona la sociedad, y se gesta el progreso y se educan los gustos. A lo largo de los años Vilas persigue a Reed sin descanso por todo el país: Barcelona, Zaragoza, Madrid, San Sebastián, Málaga, Murcia, Santiago… Entretanto, todo cambia: España, Reed, el propio Vilas.

¿Por qué esa obsesión con él? ¿Qué tiene Reed? Lo tiene todo. Su voz "transmite euforia y calor, ganas de vivir, unas fortuitas y luminosas y lúgubres y piadosas ganas de vivir. Tras la Voz, se presiente la vida de alguien que es asimismo el dueño de todas las vidas. Tras la Voz está la ruptura con todas las cosas, con todas las convenciones, con la ley, con el orden, con lo esperable, con lo que se espera de todos los días", escribe Vilas, que un día decidió que la música de Reed contendría su vida. Fue una decisión "a la que no llegué libremente, sino que se me impuso artísticamente". Sus letras lo curaban. Lou Reed era "un médico", concluye Vilas.

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