Opinión

Cuando Putin mató a Manolete

Al aprendiz a curandero se le han vuelto a romper los tubos de ensayo en su laboratorio de Barbie en la Moncloa. Manifestaciones como la de este fin de semana en la capital del país confirman que necesitamos otro Gobierno con urgencia porque Pedro Sánchez cree, que con aspavientos progresistas y rostro de plañidera en Semana Santa, va a atajar los problemas que devoran nuestro estado de bienestar.

El presidente del gobierno provocaría el desasosiego de cualquier psicoanalista con temple. Nuestro Pilatos del siglo XXI culpa del desmadre económico de España a Putin y se lava las manos —como el personaje bíblico— ante la desvergonzada subida en el precio de la luz, siendo la invasión del tirano ruso sobre Ucrania una quimera por aquel entonces. Cuando el PP fue desalojado por el gobierno progresista, ecologista, feminista, animalista y comunista, el megavatio hora estaba en 60 euros para llanto inconsolable del desgobierno que practica la política de cosmética. Hoy el recibo sube de los 470 euros; una inflación desbocada, que pronostico, veremos pronto por encima del 10%, ha dejado de ser preocupación para el gobierno del photocall y pasarela de moda. Un presidente tardo adolescente que no piensa en la conveniencia racional de una política que convenga a nuestros conciudadanos, sino en la posibilidad de eternizarse en el colchón de Moncloa, aquel en el que no podría dormir si pactaba ya saben con quién.

La gasolina está a precio de Vega Sicilia e ir a llenar la cesta de la compra se pone tan prohibitivo como irse de compras por la calle Serrano de Madrid. Ya ven, cosas de Putin. Los transportistas ponen en jaque al país y empezamos a tener problemas de abastecimiento en los lineales de los supermercados; Putin es el culpable. Los ganaderos,  agricultores, pescadores y   demás familia —que pronto se han olvidado de estos héroes, que junto con los sanitarios fueron los auténticos héroes en plena pandemia— se levantan en pie de guerra porque producir bienes les sale más caro que venderlos; Putin es el causante. Padecemos la mayor caída del PIB de toda la OCDE y las previsiones de crecimiento de la ministra Nadia Calviño fallan más que las velas negras de la Bruja Lola; no cabe duda, Putin es el único responsable. Las patatas han subido un 40 %, el aceite de oliva un 30 %, la pasta se ha encarecido un 20%, el cordero un 13%, el Gas Natural un  12%, la harina un 11%; Putin es el único imputado en la causa de todos nuestros males. Adivinen quién mató a Manolete...pues sí, Putin.

La intervención de Pedro Sánchez en la que afirma que «la inflación y los precios de la energía son única responsabilidad de Putin y su guerra» produce, cuando no el sonrojo, sí la sonora carcajada. Los abusos, mentiras y montajes le convierten, en el caradura más excepcional que ha pisado territorio nacional porque nos trata de cretinos al atribuir nuestra debacle doméstica a elementos ajenos a nuestras fronteras.

Mientras el sector primario colapsa y muchas familias entran en tiempo de descuento, los sindicatos, han enmudecido. Hasta cuatro manifestaciones nos montaron los trompetistas de Jericó cuando nosotros gobernábamos en 2017. Los que hoy están de mariscadas estaban ayer de barricadas, abrigados por un presidente del gobierno que trata a comerciantes, transportistas, ganaderos y amas de casa como un grupo de fachas que lo único que quieren es tumbar al gobierno ecológico, mientras él ofrece liturgia sobre la agenda 2030, el 8M o graba una serie al más puro estilo Pasión de Gavilanes.

Por su parte, los sindicatos guardan fuerzas y se preparan para manifestarse contra la ultraderecha que gobernará España cuando Feijóo sea presidente de un gobierno de corte fascista. Decir que estos apesebrados se preocupan por el derecho de los trabajadores es como comparar un rebuzno de la mula Francis a una pieza cantada por Alfredo Kraus. 

Pero todos tranquilos, la recetas a los problemas de nuestra España se hallan en el libro del doctor Sánchez, ‘Manual de Resistencia’. Yo ya me he comprado un par de ejemplares para cuando se agote en los lineales el papel higiénico.

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