Opinión

Rajoy y Barberá: Del caloret al 'socarrat'

Medio PP no asumía su derrota y pedía liquidar a Rajoy y, el otro medio, gastaba entonces aquel discurso bochornoso que decía que Zapatero había llegado a la Moncloa subido en un cercanías. La gramática rajoniana estaba en pañales y tan sólo asomaba tímidamente de la mano de perlas como aquella de "Camps, siempre estaré detrás de ti, o delante, o a un lado", un recurso que andando los años alcanzó su cénit de la mano de los españoles, que son "muy españoles y mucho españoles", o de los alcaldes, que son los "que quieren que sean los vecinos el alcalde".

Rajoy sobrevivió a la tormenta, desatada por las altas presiones -o pretensiones- que sobrevuelan siempre la cabeza de Esperanza Aguirre, con un Congreso organizado en casa por Camps, ya en vías de ser procesado por la causa de los trajes junto al injustamente olvidado Ricardo Costa -alias El Malvado Rick-. Fue el apoyo del partido en Valencia el que logró desactivar el complot de la lideresa madrileña contra el entonces débil líder de la oposición. 

Poco después, Camps quedaba amortizado por culpa de cuatro corbatas en lugar de, por ejemplo, comprar a Calatrava proyectos millonarios dibujados en servilletas, que era una mala manera de emular a Fraga, al que Eisenman le colocó la CdC gracias a un dibujo que le enseñó en unos folios, algo que tiene mucho más empaque que una servilleta pintarrajeada en el transcurso de una cena regada con chardonnay valencià. Ya saben, Al Capone no cayó por capo, sino por evasor fiscal.

Estando ya fuera Camps y Rick Costa, Rajoy se abrazó por los feudos populares del Mediterráneo a su amiga Rita Barberá y a Rus, al que despreciaba en privado mientras le declaraba su amor en los mítines. "Alfonso, te quiero, coño, tus éxitos son mis éxitos", le decía, obviando que en las relaciones tan simbióticas la máxima conlleva acarrear también con los fracasos del otro y, por tanto, jugarse la Moncloa. Y así, medio PP está pensando que "lo que te da Valencia, te lo quita Valencia", y esto mientras Rita Barberá sigue limpia de polvo y paja. Aunque se le nota que empieza a pasar del caloret al socarrat.

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