Opinión

Tres en raya

LAS ÚLTIMAS legislaturas de los diferentes gobiernos en España pasarán a la oscura historia de la cooperación al desarrollo. Dejamos atrás los años más críticos para la solidaridad exterior. Y nos encontramos, en un estado de alta expectación, a la espera de nuevos acontecimientos porque, todavía, es posible empeorar las cosas. Según denuncia la Oxfam-Intermon, la Ayuda Oficial al Desarrollo ha sido la política pública "más recortada" desde que comenzó la crisis: un 70% por ciento desde 2009 y 53% desde 2012. ¡Datos muy reconfortantes! Tanto socialistas como populares no han dudado en recurrir al tijeretazo en algo que debería ser irrenunciable. Intocable.

Lo más probable es que España necesitemos décadas para recuperar posiciones de referencia, como país donante, en el mapa internacional.

Los obscenos dispendios encontraron los mejores pagadores posibles: beneficiarios de los proyectos y programas ejecutados, en diferentes contextos donde se le ha tratado de plantar cara a la pobreza y a la injusticia social, devorados por los casos de corrupción o la pésima gestión en una u otra formación política. Un bendito colchón donde descansar y reparar cada una de las averías que, económicamente, han provocado los inagotables casos de malversación de fondos. Ante esto, la Agencia Española Cooperación Internacional ha sido el objetivo perfecto con una disminución del presupuesto sin precedentes. Una inercia que también ha contagiado a las comunidades autónomas. Decisiones sencillas y silenciosas porque nunca habrá colectivos sociales en multitudinarias manifestaciones o haciendo un scratch para reivindicar lo que corresponde. Se trata tan solo de una determinación insolidaria -que no impopular- convertida en un idóneo salvavidas para cuadrar las malogradas cuentas. Aun así, poco se consigue. Y se hace con una escalada de recortes que, habitualmente, daña a los mismos. Una y otra vez. De forma continuada. Sin descanso. Presupuesto tras presupuesto con el mismo mensaje: "Primero los de aquí, y luego los de allá". Pero, al llegar a este punto, también hemos descubierto que una cosa ni la otra. Que la ausencia de políticas sociales ha sido absoluta. Se ha transformado en en solar. Y parece que la poda del presupuesto, dedicado a este fin, no se detiene.

Lo más probable es que España necesitemos décadas para recuperar posiciones de referencia, como país donante, en el mapa internacional. Y lo más seguro es que el cortoplacismo político dilate en el tiempo el regreso a posiciones ejemplares. Aunque, de lo que estamos seguros es que tanto aquí como allá la lucha contra la pobreza se libra con una única fórmula: compromiso, voluntad y regularidad. Un tres en raya que, a día de hoy, resulta inalcanzable en una España con la mirada desenfocada por completo.

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