Opinión

Patriarcas

DESCONOCEN EL dulce sabor que proporciona una jornada de descanso desde hace veinte años. No existe un mínimo tiempo muerto. Todas las horas son más que necesarias para preparar centenares de bolsas compuestas a base de frijoles y unas pocas tortas de maíz. A pie de vía, en guardia, en modo de espera, como si la vida solo transcurriese entre dos raíles, un grupo de mujeres del municipio de Veracruz (México) dedican, día y noche, a no fallar a quienes buscan una vida mejor. A quienes tratan de encontrar una oportunidad para enamorarse de un destino más próspero. A quienes cruzan Centroamérica en condiciones paupérrimas, y optan por trepar hasta el lomo de la indomable ‘Bestia’ para viajar en un tren donde la verdadera mercancía son las miles de personas que buscan la frontera con Estados Unidos. ¡Superarla es ya otra gran historia! Pero, en ese punto, aguardan un colectivo de heroínas anónimas. Siempre inquietas ante la inminente llegada del paso de la verdadera necesidad humana: desprovistos de agua y comida, hombres y mujeres retan así al presente con la esperanza puesta en el futuro. Ellas aprovechan la complicidad del maquinista, que no duda en aminorar la marcha del convoy para hacer un ágil reparto del tentempié. Mientras tanto, se ven gestos y se escuchan palabras de agradecimiento. El mismo que, ahora, debería llegar en forma de Premio Príncipe de Asturias.

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