Opinión

Mara

RECURRIR AL Tribunal Constitucional supone lo mismo que aporrear una puerta que no suele abrirse fácilmente para las personas con discapacidad. Otros ya lo intentaron, golpeando hasta dejarse los nudillos, y el aparato judicial ha demostrado tener un corazón impermeable a los sentimientos sociales. No será la última vez que una familia o asociación busque la desesperada vía de los tribunales para recuperar el derecho a voto para quien ha tenido la virtud de aprender a convivir en el mundo de la diversidad funcional. Mara es una joven de 19 años que, a día de hoy, no tiene la potestad para depositar una papeleta en una urna. Quiere pero no puede. Nació con Síndrome de Down; toda una limitación, a ojos de la Ley, para poder elegir un alcalde o presidente de gobierno. Tuvo que someterse a un examen de conocimiento sobre política que no superó el nivel estipulado. El resultado fue utilizado como fundamento principal en los juzgados para tumbar la petición de restitución del voto. A decir verdad, el 70% del censo electoral también nos veríamos en la misma situación de incapacidad. Sin embargo, elegimos los nombres de nuestros representantes sin dar cuenta a nadie de la menuda sabiduría que atesoramos. Otra vez más, 80.000 discapacitados en España no votarán en junio evidenciando la discriminación y el desprestigio del denominado sufragio universal.

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