Opinión

Sánchez y el trile de las Cercanías y MD ferroviarias

Para empezar, conviene aclarar ante todo que los billetes que pagan los viajeros, nunca en los 12 núcleos que sirven a diversas ciudades y que disfrutan de Cercanías ferroviarias, han sido suficientes para cubrir los costes de explotación del servicio. Ha tenido que ser el Estado, con nuestros impuestos, el que ha cubierto el diferencial, mayor o menor según casos y el volumen de tráfico de cada uno de los núcleos de población.

No se si como mensaje de fin de año, pero sí con evidente tufo electoralista, el ego-autócrata de la Moncloa ha salido a la TV a darnos la perorata que tanto le gusta impartir para repartir dádivas a las ‘falémicas legiones’ de españoles.

Prosigue el trile de Sánchez con el gratis total de las Cercanías y Media Distancia ferroviarias, prorrogado hasta el 31/12/2023, desde que se implantara el pasado uno de septiembre. Se trata de una más de las muchas medidas llamadas anticrisis y protectoras de las clases más desfavorecidas, que no son otra cosa que la antesala de la campaña electoral, es decir de medidas electoralistas.
Como ya he dicho en ocasión anterior, del gratis total se beneficia tanto la señora presidente de un gran banco, como el oficinista que cada mañana coge el cercanías en la estación de Fuenlabrada a las seis de la mañana con la legaña pegada al ojo. Por lo tanto nada de nada de clases desfavorecidas. Favorecidas y desfavorecidas.

La misma falacia ocurre con lo que de anticrisis dice Sánchez que adorna a esta medida con la que saca pecho como presidente de un Gobierno socialista protector. Más bien se trata de un trile de dar a unos lo que a otros quita. Creo que el ejemplo no es la primera vez que lo pongo negro sobre claro: lo que no paga, o más bien deja de pagar nuestro amigo madrugador de Fuenlabrada, lo paga mi paisano de Lugo que no dispone de Cercanías.

Dirán ustedes, lógico que así sea, ya que en ello descansa la solidaridad de los españoles, encarnada en los impuestos como mecanismo de equidad igualitaria. Pero, miren ustedes, el precio del billete de Cercanías o de Media Distancia se parece más a una tasa, que responde al principio de que quienes las usan, pagan por el servicio y en el caso de mi paisano de Lugo como no tiene servicio, pues no debe pagar. Cuando decimos pagar, queremos decir financiar con sus impuestos la parte alicuotísima que le corresponda apoquinar.

El trile de Sánchez con esto de las Cercanías, lo mismo que con otras muchas de sus actuaciones, descansa en una mera jugada de suma cero, una mera transferencia, que a efectos presupuestarios es neutra, ya que todo se resume en un mero apunte contable. Lo que dejo de cobrar por aquí, lo paga otro por allá.

Otrosí todavía peor: supongamos que lo que el amigo de Fuenlabrada deja de pagar, no lo pagase en su totalidad mi paisano lucense. Entonces cabe una tercera y definitiva solución: que lo pague el déficit, bien del estado, bien de la autonomía, es decir, la deuda pública, es decir nuestros hijos y nuestros nietos.

Sánchez, como es consustancial en él, no juega limpio. Distorsiona una de las más elementales reglas de la economía y le da una patada a la ortodoxia de la técnica presupuestaria que yo aprendí allá por finales de los años sesenta de manos del que fue mi profesor de Hacienda Pública don Enrique Fuentes Quintana, que a los que ya peinamos años y canas conocimos como el artífice de los llamados Pactos de la Moncloa, en los albores de la llamada Transición. Transición, con perdón, al desastre actual, que añado yo.

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