VAYAS A donde vayas, siempre encuentras a dos españoles juzgando con extrema severidad la gestión de los gobiernos central, autonómico o municipal y de los políticos en general, como si fueran los causantes de todos los problemas o la encarnación de la ineptitud para evitarlos o buscarles la adecuada solución. En honor a la verdad, no siempre somos justos con esos juicios sumarísimos.
Pero tres meses después de las elecciones vuelven a arreciar las críticas y son muchos los ciudadanos que cargan contra ellos por seguir enrocados en la defensa numantina de las posiciones de sus partidos y de sus intereses personales -eso piensa el 82 por cien de los votantes, según una encuesta de Metroscopia-, que impide formar un gobierno estable que se ocupe de la economía, de los desafíos territoriales, de la política exterior
, que acabe, en definitiva con esta larga interinidad.
En lugar de reunirse y hablar se mandan recados a través de la red o de los medios de comunicación, convocan ruedas de prensa para decir nada o tonterías
Así es la realidad política que encaja en el esperpento de Valle-Inclán. La situación de normalidad democrática conformada por Congreso, Senado y el Gobierno ejerciendo cada uno sus funciones constitucionales aparece deformada por el espejo cóncavo del bloqueo que manejan los partidos y sus líderes. En lugar de reunirse y hablar se mandan recados a través de la red o de los medios de comunicación, convocan ruedas de prensa para decir nada o tonterías y nadie cede un ápice de sus posiciones, pero tampoco quiere pasar por responsable de la parálisis política.
El espectáculo, nada edificante, está causando graves perjuicios a la economía. Si salieran a la calle conocerán de boca de grandes y pequeños empresarios, de autónomos e incluso de particulares cuantas decisiones de inversión se han pospuesto, cuantas compras se han aplazado, cuantos negocios están parados, cuantos puestos de trabajo están sin cubrir, cuantas oportunidades perdidas
, todo por la inseguridad e incertidumbre que genera este bloqueo político.
"Estamos en una situación de mantenimiento, en una calma tramposa que acabaremos pagando", dice un hostelero santiagués amigo y bien informado. Paradójicamente, todos dicen querer servir al país que tienen paralizado, pero ¿cómo quieren que se les crea cuando hablan de reactivar la economía y el empleo o de acometer la reforma constitucional y otras o de aprobar un nuevo modelo de financiación autonómica, que necesitan grandes consensos, si son incapaces de acordar algo más sencillo como es investir a un presidente que forme Gobierno?