Opinión

Un mundo que se acaba

EL MUSEO do Pobo Galego que tiene la sede en el compostelano complejo de Bonaval, conserva la memoria etnográfica de Galicia. Su labor de difusión cultural comprende, además de actividades propias y en colaboración con otras entidades, exposiciones temporales como la que puede verse en el claustro de la primera planta titulada ‘Oficios, entre fusco e lusco’.

Son 17 fotografías en las que José Abad retrata a otros tantos profesionales que ejercen el '‘oficio'’ de fareiro, carpinteiro de ribeira, queixeira, zoqueiro, sombreireiro, tecedora, canteira, reloxeiro, pastor, xastre, cesteira…, hombres y mujeres ‘'que enseñan con orgullo su profesión y una forma de trabajar y vivir'’ que ahora está en trance de desaparición víctima del progreso que trae otras formas de organización del trabajo y de producción.

La revolución tecnológica lo cambia todo y golpea de forma inmisericorde al mercado laboral sustituyendo trabajadores por robots y máquinas


Pero '‘entre fusco e lusco'’ —en el crepúsculo— no solo está el entrañable mundo de estos y otros ‘'oficios'’ que representaban modos de vida arraigados en la cultura popular gallega. Ese progreso revestido de nuevas tecnologías es el protagonista de una revolución sin reglas que está haciendo desparecer profesiones y formas de trabajo que parecían '‘para toda la vida'’ en todos los sectores de actividad, desde el turismo, los viajes, las automoción, el transporte, la banca y los seguros, hasta la agricultura, el mundo editorial —prensa incluida— y las formas de comercio.

La revolución tecnológica lo cambia todo y golpea de forma inmisericorde al mercado laboral sustituyendo trabajadores por robots y máquinas, entendidas en su más amplio significado. En los próximos cinco años, concluía el Foro de Davos en enero, se perderán siete millones de empleos que no son compensados por la creación de trabajos nuevos, algo que ya predijo Jeremy Rifkin hace más 20 años.

La revolución tecnológica acaba con las certidumbres laborales del pasado y alumbra un mundo nuevo en el que desaparecerán empleos y modos de trabajar a los que estábamos acostumbrados y cambiará el modelo de relaciones personales y laborales con gran repercusión en nuestras vidas.

Richard y Daniel Susskind sostienen en ‘El futuro de las profesiones’ que este ‘'determinismo tecnológico'’ no significa el fin del trabajo sino el principio de nuevos roles y profesiones. Es posible. Lo malo es que nos pilla en pañales porque en lugar de anticiparnos para dirigir ese cambio seguimos escuchando la orquesta del Titanic mientras el mundo laboral conocido se hunde.

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