Opinión

Magallanes y Elcano

El 10 de agosto de 1519 —pasaron 500 años—, partieron de Sevilla 5 naves con 239 marineros capitaneados por Fernando de Magallanes para abrir una nueva ruta hacia las islas Molucas, el paraíso de las especias entonces muy cotizadas. Tres años después solo regresó la Nao Victoria con Juan Sebastián Elcano al mando de 18 hombres escuálidos que habían completado el primer viaje alrededor de la tierra.

La primera vuelta al mundo de la historia fue "una de las mayores epopeyas acometidas por el hombre", dice el historiador Mariano Cuesta. Aquella larga travesía representó entonces "un gran paso para la humanidad" porque aportó grandes avances para la navegación, el comercio internacional y los conocimientos geográficos que permitieron confirmar la redondez de la tierra.

Reparen que de las tres grandes gestas exploradoras: el descubrimiento de América, la primera circunvalación de la tierra y la llegada a la luna, dos son españolas. Por eso, esta efeméride era una buena ocasión para activar la ‘memoria histórica’ y celebrar la grandeza de la España de entonces que desempeñó un papel singular en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. La Monarquía reinante tuvo mucho de visionaria patrocinando esta vuelta al mundo, como había hecho unos años antes con el viaje de Colón y el descubrimiento de América que se conoció cuando La Pinta de Martín Alonso Pinzón arribó a Baiona.

Sin embargo, el quinto centenario de la gesta de Magallanes y Elcano pasó sin pena ni gloria, se despachó con un acto en Sevilla y habrá algunas celebraciones más, pero de perfil bajo y sin eco nacional e internacional.

Ocurre que sigue atenazando a España el viejo complejo generado por la Leyenda negra que, dice Santos Juliá, "ningún historiador toma en serio, pero caló entre los nacionalistas y en parte del público" con esa veta masoquista tan nuestra.

Aquel "sambenito sin fundamento", difundido interesadamente por países extranjeros cuando España era una potencia, aún hoy pauta la dejadez oficial, es culpable del patriotismo menguante y aviva los nacionalismos excluyentes, un cóctel que impide celebrar con orgullo nuestras mejores gestas históricas protagonizadas por españoles. Mientras, se reabre la ‘memoria histórica’ de hechos recientes nada gloriosos, pero más rentables políticamente.

Es difícil encontrar un pueblo con menos autoestima y que se quiere tan poco que no celebra y a veces hasta se avergüenza de su pasado glorioso. Pero somos así.

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