Opinión

La imagen de España

El octubre de 2015 el presidente Mariano Rajoy mantuvo un encuentro con unos 100 jóvenes en Mora de Toledo y los chicos le preguntaron por el futuro de la juventud y por la imagen de España. Una joven que venía de rematar los estudios en Finlandia le contó que sus amigos finlandeses identificaban a España como un país de "sol, playa, crisis y desempleo".

Tras escucharla, Rajoy aconsejó a la joven y a sus colegas que empezaran a cambiar los viejos estereotipos y esa percepción negativa y les pidió "hablad bien de España, es un país fantástico".

Pero la imagen que España transmite viene sufriendo desde entonces un deterioro espectacular debido a actuaciones, decisiones y manifestaciones de los políticos que la (des)gobiernan con sobresalto diario.

Sirven como ejemplos la torpeza del Gobierno impidiendo al Rey presidir el acto de los jueces en Barcelona; los ataques de ministros de Podemos a la Monarquía; el afán de controlar la justicia; que el Gobierno de España pacte con los que quieren destruirla; que el mismo Gobierno tramite el indulto para los secesionistas catalanes; que un juez vea indicios de denuncia falsa y revelación de secretos en el vicepresidente de Gobierno que, en lugar de dar explicaciones, arremete contra la justicia…

También erosiona la imagen de España el hecho de ser uno de los países peor gestionados en la primera ola de la pandemia y el más contagiado en este rebrote. Es paradigmático el caso de Madrid, una batalla de egos políticos entre Sánchez y Ayuso —entre el PSOE y el PP— ante el drama de las personas con familiares muertos, la angustia de los infectados y el temor de todos los ciudadanos. El espectáculo que ofrecen desconcierta e indigna a los madrileños y demás españoles. ¿Por qué no hablaron pensando solo en la salud de la población?

Más allá de la ineficiencia que imputan a la presidenta Ayuso, ¿por qué el Gobierno no promovió actualizar la legislación para que las autonomías pudieran gestionar la pandemia con seguridad jurídica? Evitaría el bochorno de la orden ministerial tumbada por falta de cobertura legal y las sentencias dispares de los Tribunales de Aragón y Castilla León.

Viendo estos y otros hechos, la imagen que perciben ahora los finlandeses, alemanes, suecos o portugueses es la de un país a la deriva, instalado en el caos político y jurídico por sus dirigentes —Gobierno y oposición—, poco formados e irresponsables. La misma imagen que percibimos los españoles.

A pesar de todo esto, que es coyuntural, España sigue siendo un país fantástico. Al menos mientras no acaben de destruirlo entre todos.

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