Opinión

El último héroe de la guerra de economía

Desde la historia de los tiempos, los héroes eran militares que en el campo de batalla mostraban su valor en momentos terribles. También un héroe podía ser un civil que, armado de valor, encabezaba una revuelta contra los poderosos. Permítanme el entrañable recuerdo en este apartado, no se por que me viene a la cabeza,  a la grande entre las grandes, María Pita.

También los héroes de nuestra infancia eran deportistas destacados como futbolistas, ciclistas, tenistas, etc. Todo ello dependía de cuáles eran los referentes locales, o el deporte o deportes que cada uno practicaba. 

Recuerdo que siendo yo bien pequeño, como muchos compatriotas infantiles en aquella época, disfrutábamos nuestras vacaciones en nuestras aldeas respectivas. Era entonces cuando te asestaban la siempre recurrente pregunta: ¿Y tu que quieres ser de mayor? Mi respuesta siempre era la misma: “Yo de mayor quiero ser jefe”.
Desde muy niño admiraba a todas aquellas personas que eran capaces de construir su propio negocio y vivir de el.

Quizá el caldo de cultivo en el que yo me crié ensalzaba las cualidades de aquellos que se habían hecho dueños de su propio futuro fundando una empresa, independientemente del tamaño de esta y de su presente o futuro por explorar.

En los años setenta un empresario, un autónomo como por ejemplo mi padre, eran personas respetables y respetadas por la sociedad, no ya por el hecho de que su poder adquisitivo pudiera ser mayor que el de un trabajador por cuenta ajena, sino por el hecho de la asunción del riesgo de depender de uno mismo y de la incertidumbre que suponía que los ingresos dependieran del como te fueran las ventas o los trabajos encargados.

Hoy en día, respondiendo no se a qué ideologías políticas obsoletas que ya deberían estar extirpadas de nuestra sociedad, y que tanta pobreza y dolor han provocado en los puebles desde tiempos ancestrales, un empresario es un personaje prácticamente execrable que muchos intentan alejar con un palo de la realidad de nuestro país.
Mas allá del mayor o menor reconocimiento de los empresarios que no son más que, en mi humilde opinión, el origen y el fin de la riqueza económica del país; y también mas allá de las razones económicas, el empresario representa todo aquello que nos diferencia del resto de los animales, que nos es otra cosa que la capacidad y ansia de mejorar las condiciones de vida propias y de la sociedad en general, lo que directa o indirectamente influye en nuestra felicidad particular.

Hemos visto en los últimos y difíciles tiempos cómo, ante la generosidad de muchos empresarios de nuestro país, y en especial uno de ellos, algunos indocumentados los criticaban con argumentos construidos con los mimbres de la demagogia buenista del neocomunismo del siglo XXI. Instaurado, sobre todo, por este tipo de personajes que también han existido desde la más antigua historia de los tiempos, que se caracterizan por decir contundentemente unas cosas, y luego hacer todo lo contrario.

Por todo esto, puedo afirmar sin temor a equivocarme, que el último héroe de esta última guerra de la economía, no es otro que el trabajador autónomo.

Desprotegido, poco considerado y siendo el ultimo eslabón de la cadena económica, a nadie le importa nada porque, aun siendo más de tres millones en nuestro país, son víctimas de la vieja estrategia del divide y vencerás.
Hoy más que nunca rompo una lanza por todos nosotros, con la convicción personal de que somos la clave de la recuperación de la normalidad en nuestro país y que, haciendo gala de nuestros poderes supranormales, no desfalleceremos en luchar, levantar la cabeza y tirar para delante como antes hicieron nuestros ancestros.

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