Opinión

El fin de los grandes almacenes coruñeses

EL NACIMIENTO de Internet y, por tanto, de la digitalización ha acelerado el desarrollo de las tecnologías con las que trabajamos. Lo que antes habría tardado en cambiar y mejorar diez años, por ejemplo, ahora tarda mucho menos de la mitad. Hoy en día comprendemos esto, pero, cuando se produjo el cambio de paradigma, muchas empresas no entendieron del todo su importancia y, en consecuencia, ya no hablamos de ellas salvo para recordar cómo se quedaron atrás.

Es importante tener esto claro: no es necesario cometer ningún error particularmente grave, como lo sería una mala gestión del negocio, para fracasar. La inacción, el no aprovechar ciertas oportunidades, el acomodarse, bastan y sobran para hacer que una empresa forme parte del pasado. A esto, además, hay que añadirle las dificultades que asumen las casas más pequeñas a la hora de hacer frente a grandes compañías.

Es el caso de El Pote, que fue una de las insignias comerciales de A Coruña en el pasado siglo. Y eso que su cierre definitivo se produjo en 2016. Para entonces, la marca ya había pasado por años de decadencia. Cabe mencionar, no obstante, que de la tríada de la cual formaba parte (El Pote, Barros y Maisonfor), El Pote fue la empresa que más tiempo se mantuvo en activo, la que mejor aguantó la llegada de nombres de ámbito nacional como El Corte Inglés o Continente (actual Carrefour).

El Pote, en realidad, comenzó en 1930 como una simple ferretería. Más tarde, tras expandir su catálogo, la empresa se lanzó al mercado automovilístico, destacando por ser la vendedora gallega de la marca Austin. Finalmente, en 1967 se construyeron los primeros grandes almacenes en la privilegiada calle de Juan Flórez, siendo los primeros en toda la ciudad en disponer de escaleras mecánicas; un detalle insignificante a día de hoy, pero que sin duda contribuyó a la imagen de marca de lujo con la que El Pote llegó a ser conocida.

De nuevo, la llegada de El Corte Inglés en los años 80 fue un punto decisivo para la compañía. Aunque sus grandes almacenes aguantaron más que los de Barros y Maisonfor, la empresa se vio obligada a venderlos en 2001. Intentó resistir un poco más abriendo una tienda pequeña en el centro de la ciudad e incluso probando suerte en el comercio online. Sin embargo, la tienda cerró en 2015 debido al alto alquiler del local y el negocio digital tampoco surtió efecto. Sólo les quedó una mueblería en el área metropolitana de A Coruña, que es la que en 2016 presenció el final definitivo de la marca.

Seguramente detrás de estos errores están cuestiones como el apalancamiento, el efecto campana, la vista cenital del ombligo, el coro de agradadores y otras yerbas que el campo de la empresa da.

El propio El Corte Inglés ha visto como le pasaba por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo el emporio de un hombre que empezó a vender libros online y que se dijo a sí mismo que si podía vender libros en un mundo lleno de ignorancia, por qué no iba a poder vender cualquier cosa. Si esto le pasa a un gigante con todos los medios del mundo mundial, qué no le pasará a una pequeña empresa.

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