Opinión

¡Y el día se volvió noche!

EL 15 de septiembre se cumplió el décimo aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de EE.UU., que tras sobrevivir al Crack de 29, no pudo resistir la crisis de crédito que se cocinaba bajo los cimientos de Wall Street, encendiendo la mecha del polvorín de la mayor crisis financiera habida hasta el momento que afectó al mundo con nefastas consecuencias. Los aniversarios son ventanas abiertas al pasado, unos lo son para celebrar y otros para no olvidar. 

Denominada la Gran Recesión, su salida es lenta y dolorosa y su impacto todavía se nota; de hecho uno de sus efectos más duraderos es la puesta en cuestión del modelo económico y político. Esto es comprensible ya que resulta difícil explicar la caída de los salarios y la larga travesía por el desierto de millones de personas que perdieron sus empleos, fueron desahuciadas o vieron evaporarse sus pensiones y ahorros, mientras los culpables continuaron cobrando millones, conscientes de que, si las cosas se ponían mal, los estados los rescatarían para evitar que la crisis fuera todavía peor. Asimismo, si alguien piensa que esta crisis financiera ha hecho disminuir el peso de este sector en la economía, claramente se equivoca, en EE.UU. en la actualidad supone el mismo porcentaje del PIB que en 2008. 

A un nivel más político e institucional, aunque la crisis cambió algunas cosas, no alteró ni el funcionamiento básico del mercado ni de la sociedad ni del sistema político, sin embargo lo que sí está en decadencia en gran parte de Occidente y China es la creencia de que los derechos individuales deben ser protegidos de la injerencia del Estado. 

Tras esta crisis, resulta llamativo que no se haya alterado en el mundo la dinámica de la desigualdad, que lleva un cuarto de siglo creciendo y que arrojan datos tan significativos como que el 1% de la humanidad controla tanta riqueza como el otro 99%, o que el 82% de la riqueza mundial generada el año pasado fue a parar sólo a manos del 1% más rico. Compañías como Apple, Alphabet, Microsoft, Exxon Mobil y Facebook registraron más ingresos que 180 países juntos, y cualquiera de los directores generales de las empresa del índice bursátil  FTSE 100 (las 100 mayores compañías del Reino Unido), gana lo mismo que 10.000 trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh. 

El desencanto con el sistema está en el origen de la desafección de millones de votantes alrededor del mundo que se han echado en brazos de populismos que prometen soluciones mágicas y buscan chivos expiatorios para problemas que tienen generalmente una raíz económica. Sin embargo, esto contrasta con el panorama que se vuelve a vivir en Wall Street, que registra beneficios récord, con directivos que cobran 312 veces más que el trabajador medio, según el Economic Policy Institute. 

La prensa británica publicaba hace algunas semanas que cientos de antiguos empleados de Lehman pretendían aprovechar este aniversario para celebrar fiestas de reencuentro en Londres, Hong Kong y Nueva York. Y es que, después de todo, la élite del sector financiero tiene mala memoria y bastantes motivos por los que brindar. A fin de cuentas, esto no es nada nuevo, ya que tan desapercibido como este aniversario lo fue también el décimo del Crack del 29, donde la noticia estrella de ese día era que el oro del Banco Central de Polonia había viajado a París, huyendo de los soldados de la Alemania nazi. 
 

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