Opinión

Toca no olvidar

POR SUERTE, Eta, las siglas que enlutaron España durante más de medio siglo no forman parte ya de la vida cotidiana. Su historia y la de sus víctimas es uno de los asuntos más amargos, dolorosos y desgarradores de nuestra historia. A pesar de lo cual, tiene razón mi hija Micaela cuando dice con asombro que los niños no saben lo que fue. Ella si lo sabe, porque ha escuchado testimonios de personas que sufrieron el acoso de la banda terrorista y de otros que perdieron familiares, compañeros o amigos. Un estudio reciente refleja ese desconocimiento, concluyendo que más de la mitad de los españoles creen que sigue activa años después del cese de su actividad armada, y seis de cada diez jóvenes no saben quién fue Miguel Ángel Blanco, cuyo secuestro y asesinato en 1997 supuso un punto de inflexión en el devenir etarra.

Es cierto que se derrotó su arrogancia militar, lo que no fue poco ni fácil, pero su objetivo político de aniquilamiento cívico de los que se oponían al separatismo en parte les fue concedido como premio a su renuncia forzosa a las armas. Difícilmente alguno de los periodistas que sufrieron sus ataques podrían ser hoy presentadores de informativos en ETB, donde sí proliferan los que la justificaban. La Universidad del País Vasco niega el título de emérito, a figuras tan valiosas y valientes como Aurelio Arteta o Francisco Llera (fundador del Departamento de Políticas y director del Euskobarómetro desde 1995). En el caso de este es significativa la votación que le negó el reconocimiento: 1 voto a favor, 2 en contra y 12 abstenciones. Es el tanteo oficial del marcador de la decencia en Euskadi, antes y ahora.

Coincido con Freud en que la mejor manera de olvidar es recordando, para evitar repetir el pasado, y sobre todo para contrarrestar la voladura calculada de la memoria, que hoy persigue el presidente Sánchez, que por ejemplo se permite entenderse de tú a tú con lo que queda de Eta ante cierta indiferencia. Así, se hace imprescindible la lectura de títulos como 1980. El terrorismo contra la Transición (Editorial Tecnos), una obra que documenta hasta qué punto la violencia terrorista estuvo cerca de hacer naufragar la España constitucional.

Este riguroso trabajo de investigación promovido por el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo y coordinado por el historiador Gaizka Fernández Soldevilla y la profesora María Jiménez, recoge en sus más de 500 páginas aportaciones de historiadores, periodistas, profesores universitarios y profesionales diversos, que repasan la actividad terrorista, las reacciones políticas, o el tratamiento de la prensa del momento, además de incluir testimonios de víctimas que sufrieron la violencia de esos años. Concretamente, tras el bisiesto año 1980, el terrorismo dejó un rastro de dolor difícil de asimilar: 132 asesinados (1 cada 2,7 días), 395 acciones terroristas, 20 secuestros. En definitiva, una situación insostenible que sumió a la sociedad en una oscuridad de la que no se saldría hasta 40 años más tarde.

Se trata de un libro indispensable que recoge aportaciones verdaderamente cualitativas y reflexiones expertas sobre la necesidad de contar la verdad de la historia y poner de manifiesto que pese al embate del terrorismo y la amenaza del golpismo (empujado por el primero), la Transición resistió y demostró que nadie puede decidir por nadie, y mucho menos con la coacción y las bombas.

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