Opinión

Tenemos 50 años... ¡y qué!

"Hablamos de cambios, hablamos de muchas cosas, cuando viene la tristeza, reorganizamos los sueños" 

EN TÉRMINOS GENERALES, los cincuentones hemos sido una generación afortunada. Disfrutamos de juegos en el patio del colegio y en la calle, compartimos tiempo con nuestros padres y abuelos (¡qué alegría las propinas del fin de semana!). Nuestra adolescencia y juventud transcurrió en un momento de auge y apertura cultural, de inquietud por la música a ritmo de Los Secretos, Radio Futura o Hombres G y de ver pelis futuristas sin hilos sujetando las maquetas.

Animados por nuestros padres accedimos a los estudios que muchos de ellos no pudieron tener. A través de un sistema de becas que nos incentivaban, la universidad dejó de ser solo para los que pertenecían a clases acomodadas. Ya en edad de trabajar perseguimos el empleo público, pero nuestra edad adulta también coincidió con una terrible crisis, y en ese momento dejamos de ser esa generación afortunada para convertirnos en la generación a la que se le quiere hacer pagar que viviera relativamente bien, en un país seguro y próspero, hasta los cuarenta años.

Ahora se nos anuncia que tendremos que trabajar hasta edad avanzada, porque la caja de las pensiones no da para la generación del baby boom. Las grandes empresas que quieren soltar lastre para adaptar sus plantillas a la reducción de ingresos, lo primero que hacen es poner a los profesionales de esta edad de patitas en la calle. Se les sustituye por maquinas o jóvenes que no alcanzan el mileurismo, mientras siguen manteniendo a sus hijos en casa, vagando de máster en máster o con la maleta dispuesta para emigrar donde sea que se valoren sus estudios.

A pesar de que nos encontramos en la meseta de la edad poblada por colonoscopias, analíticas, mamografías, densitometrías y demás pruebas, muchos se resisten al paso de la edad y siguen usando chaquetas vaqueras, utilizando calzado skechers (por aquello de la comodidad), usando gafas de sol a cualquier hora, viajando a Turquía para trasplantarse pelo o recurriendo al botox y a la cirugía para levantar lo que la naturaleza ha dejado caer.

En cualquier caso, me reconforta especialmente un estudio de Oxford Economics y el Centro Internacional sobre el Envejecimiento de la Universidad de Salamanca, que concluye que el impacto económico generado en España por los mayores de 50 años supone la nada desdeñable cantidad de 325.303 millones de euros, el 26% del PIB. Esta población que suponía en 2019 el 41% del total en España, se gastó en ese mismo año unos 334.000 millones de euros (18.000 euros por persona), mientras que los 16,4 millones de residentes entre 25 y 49 años apenas llegaron a 14.000 euros de media. Esto supone que el 60% del gasto en consumo nacional procede de quienes alcanzan el medio siglo de vida.

Por su experiencia, porque les sobra vitalidad, por su dedicación a la mejora de la sociedad y por su contribución decisiva a la economía del país, el kilo de cincuentón debería cotizar al alza. Vienen muy a cuento aquellos versos del grupo británico de los ochenta, Inmaculate Fools, porque lo que toca ahora es: «Hablamos de cambios, hablamos de muchas cosas, cuando viene la tristeza, reorganizamos los sueños». ¡Ah, y de la vejez ya hablaremos dentro de unas décadas!

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