Opinión

Sucedió en verano

Se fue julio, agosto se va y con él las vacaciones. Confieso que me gusta el verano, disfruto con mi familia, leo, paseo, dispongo de lo que menos tengo durante el resto del año, tiempo, incluso para no hacer nada. Y eso que nunca se está del todo mano sobre mano porque siempre hay algo que hacer. En esta estación azul por excelencia me invade (al menos a mí) la nostalgia, los recuerdos de la infancia y sensaciones que creía extintas. Olores y sabores característicos (el helado de fresa, nata y chocolate, tristemente olvidado), los castillos de arena que un día construimos cuyas fotos guardamos en algún altillo y las terrazas, donde uno se aficionó a la cerveza que más que a malta sabe a vacaciones. 

En verano el tiempo parece detenerse como si fuera una eterna fiesta, una canción antigua que regresa, cuya melodía tarareamos el resto del año. Me gusta mirar las nubes tumbado en la toalla sobre la arena de la playa, mientras mi piel se seca al sol que más temprano que tarde me empuja a volver al agua para recomenzar de nuevo el ciclo. Olvidas la televisión, la cobertura, la batería y otras tantas cosas que creías imprescindibles y recuperas el gusto por las conversaciones a media luz para arreglar el mundo de noche bajo las estrellas.

Cuando llegan los últimos días de agosto, aunque todavía no vivimos de puertas adentro, ya tenemos aviso de que la función veraniega se acaba y no tardará en bajarse el telón, porque tras los deslumbramientos de agosto, la luz se atenúa y los atardeceres más frescos son la antesala de que los días se acortan por minutos. Las pastelerías toman el relevo de las heladerías y las cafeterías ganan terreno a las terrazas. Aunque el aire ya no arde y el cielo amanece enmarañado de nubes, nos cuesta dejar las playas, donde los chiringuitos recogen velas y hay más personas en los arenales que en el agua.

Hayamos disfrutado o no de días de descanso, el verano nos llena a todos de nuevas ilusiones, proyectos, deseos de cambios y de mantener lo que realmente queremos, porque tengo para mí que el año no empieza el uno de enero, sino después del verano. 

Como aquellas golondrinas del poema, el verano volverá, pero mientras tanto se asomará el otoño algo distinto e interesante. Una estación perfecta para caminatas generosas, practicar deporte al atardecer y soñar despierto con sus característicos colores. El café caliente huele y sabe mejor, los libros se disfrutan más, las series de TV arrancan con promesa y las hojas de los árboles extenderán su felpudo de tonos marrones por aceras y caminos. Retornaremos a lo cotidiano, lo que no significa hacerlo a la rutina

Se acaba el verano y las vacaciones, pero hay que alegrarse de los vivido, recopilar los mejores momentos y atesorarlos como oro en paño porque, eso sí, habrá otros veranos, ¡muchos espero!, pero las vacaciones de 2022 ya no volverán y, no sé vosotros, pero yo este año tengo mucho para recordar.

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