Opinión

PP vs Ciudadanos

EL PASADO 21 de diciembre Ciudadanos se convirtió en el partido más votado en Cataluña y, ahora, varios sondeos de opinión le señalan como un firme candidato a superar a los dos partidos hegemónicos a nivel nacional. Ya sabemos que las encuestas son solo un test sociológico, una foto coyuntural del estado de ánimo de los votantes, sin traslación a otras elecciones. Sin embargo su valor es que marcan tendencias, lo que también detectan los estudios del sociólogo del PP Pedro Arriola, que constatan el potencial de Ciudadanos para atraerse tanto a los votantes desencantados por la parálisis política del Gobierno, por los bandazos del PSOE, o por el fracaso de Podemos. 

A menos de un año de las elecciones autonómicas y municipales, el PP siente que sus votantes se le escapan, de cada 4 que gana Ciudadanos, 2,5 son suyos, y si pierde esas elecciones, la derrota de las generales será inevitable.  

El Gobierno de Rajoy parece no tener iniciativa legislativa, ni reformas, ni tan siquiera un presupuesto, y hasta la mayoría de sus ministros, de marcado perfil gris, tienen pocas ganas de bregarse en el combate político. Al PP se le ve como un partido viejo, caduco, sin creatividad, atrapado por sus incoherencias y por su falta de renovación, que da la sensación de estar estancado sin capacidad de presentar a la sociedad española un proyecto de futuro ilusionante.

Revertir esta situación pasa por jubilar a una generación de dirigentes (algunos llevan décadas), aplicar nuevas recetas para recuperar a los jóvenes y al votante urbano y por apostar decididamente por líderes como el presidente gallego Núñez Feijóo o el líder del PP vasco, Alfonso Alonso, cuya contribución podría estimular al Gobierno y a la dirección del partido. Esto sin embargo choca con la resistencia de Rajoy y su rechazo a realizar cambios ahora.

Desatendiendo esas exigencias de renovación y reformas, el PP ha dejado el campo libre por el centro, a lo que, si sumamos la incomparecencia del PSOE, víctima de un liderazgo inconsistente, y la falta de posicionamientos claros respecto al nacionalismo periférico, al modelo de Estado, o a las reformas para la sostenibilidad del Estado de bienestar, se explica en buena medida el éxito de Ciudadanos. 

En cualquier caso, es injusto achacar ese éxito sólo a la torpeza de los rivales, ya que el partido de Rivera ha sabido conquistar las simpatías del electorado urbano, de clase media acomodada y, sobre todo, sin resistencia a los cambios, gracias a su talante pactista y pragmático y aupado por la crisis catalana y su firme defensa de la España constitucional. Su principal escollo es la falta de experiencia de gobierno, lo que lastra su credibilidad y puede hacer dudar a sus potenciales votantes. Despejar esas dudas, pasa por lograr esa experiencia, comprometerse a gobernar donde pueda, y mantener los apoyos.

La larga odisea de ese partido desde el centro izquierda, al centro progresista socio-liberal, parece acercarle al centro neoliberal de Macron o al centro reformista que Aznar quiso proyectar en los 90, y su futuro, como el del propio PP, pasa por analizar si ¿Existe posibilidad política de una nueva derecha en España?, ¿Si el PP tiene capacidad de regeneración o ya no es posible? y ¿Si el PP y Ciudadanos tienen el mismo ideario, lo nuevo se comerá a lo viejo?

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