Opinión

Ni la luz podremos encender

Nuevos tiempos exigen nuevas medidas, pero estas han de ser progresivas y con tiempo para facilitar la adaptación

LA ELECTRICIDAD en España registra récords. El 20 de julio fue el día con la tarifa más cara de los últimos 20 años. Tras conocerse estos datos, en el Gobierno reinó el silencio, pero la hemeroteca les recordó como desde la oposición arremetían contra el Gobierno si la luz subía: "Ningún Gobierno decente debería tolerar" una subida superior al 10% en un año (Alberto Garzón). Las subidas son un "golpe del Gobierno a las familias" (Pedro Sánchez).

Hay que reconocer que no siempre es fácil conjugar los tres principios básicos que deben regir la política energética: competitividad (bajos precios para los consumidores), seguridad del suministro (que nunca falte energía) y sostenibilidad (minimizar las emisiones de CO2).

Ser abanderado del ecologismo puede resultar atractivo desde el punto de vista político y social para algunos, pero es muy costoso para la mayoría de la población. El Gobierno quiere que dependamos solo de las energías renovables, sin tener en cuenta que estas no siempre están disponibles porque dependen de las condiciones climatológicas. Cuando esto sucede, el sistema acude a otras fuentes como el gas (actualmente muy caro), ya que políticamente se desecha el uso de la energía nuclear que funciona siempre y además es más barata.

Cabe señalar que los esfuerzos del Gobierno para alcanzar en 2030 el objetivo de reducción de gases de efecto invernadero, de poco o nada servirá a la salvación del planeta, ya que este recorte solo supone el 0,2% de las emisiones globales. Sin embargo, han aprobado uno de los planes de transición energética más radicales del mundo.

El 1 de junio entró en vigor una nueva factura de la luz, cuyo único fin es penalizar el consumo, aplicando precios más altos en determinadas horas y días. Ya que las horas de menor precio son las noches y los fines de semana, si no queremos dejarnos el sueldo en facturas, habrá que cambiar el tiempo dedicado al descanso y a la familia, a pasar el aspirador, lavar, planchar, o cocinar para la semana. ¿Tendremos que volver a lavar la ropa en el río, o a usar velas para alumbrarnos? ¿Cómo mandaremos emails, navegaremos por internet o teletrabajaremos? ¿Y qué pasará con los ecológicos coches eléctricos?

El nuevo sistema de tarifas es un despropósito para los más desfavorecidos y para los que no tienen posibilidad de cambiar sus hábitos de consumo (¡las personas duermen cuando duermen!). La precipitada transición ecológica es cara, ¿pero de quien es culpa el elevado precio de la luz, cuando el 55% de la factura son impuestos, subvenciones y costes regulados, mientras que el 45% restante es lo que realmente cuesta la electricidad? Desde luego hay que hacer un uso más eficiente e inteligente de este bien escaso, pero, sobre todo, hay que seguir empleando tecnologías que den firmeza al sistema (como la nuclear o los ciclos combinados), reducir impuestos y sacar los costes regulados del recibo, no como pretende ahora el Gobierno de manera puntual y temporal, sino de manera definitiva.

Nuevos tiempos exigen nuevas medidas, pero estas han de ser progresivas y con tiempo para facilitar la adaptación. De lo contrario, crecerán las brechas y las divisiones entre los que más y menos tienen. Parece que algunos se han tomado en serio lo de que España viva en tinieblas.

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