CUANDO SÁNCHEZ nombró a Juan Manuel Serrano presidente de Correos era una empresa pública saneada. Ahora con ideología e incompetencia la han llevado a tener números rojos y la usan para manipular a la opinión pública, por ejemplo, poniendo en circulación un sello conmemorativo del centenario del Partido Comunista de España, que tendrá un valor facial de 0,75 euros y una tirada de 135.000 ejemplares. Su diseño incluye la hoz y el martillo, emblema de un movimiento que ha sembrado el mundo de cadáveres y dictaduras. Hasta Kasparov, leyenda del ajedrez, se ha pronunciado sobre esto con dos palabras en español: "¡Qué vergüenza!". Él, que sabe bien lo que supuso el comunismo, señala que "dedicar un sello a sus víctimas hubiera sido más apropiado".
El Partido Comunistas nació como delegación de la Internacional Comunista controlada por la dictadura soviética. Durante la Guerra Civil cometió toda clase de desmanes y pretendió convertir la zona republicana en una dictadura soviética al más puro estilo de Stalin. Apoyó a la URSS y a sus dictaduras satélite, y continúa haciéndolo con Cuba, China, Venezuela, Nicaragua y hasta Corea del Norte.
En 2019, el Parlamento Europeo condenó sus crímenes, recordando que "los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista". Por contra, en 2021, el Gobierno de Sánchez rechazó una resolución de condena de los genocidios de las dictaduras comunistas. Pero claro es que este lo que busca es imponer su visión de la historia bajo la etiqueta "memoria democrática", ocultando los crímenes de la izquierda.
Los apoyos con los que cuenta son numerosos y en todos los ámbitos: cultural, intelectual y social. Incluso, la Real Academia de la Lengua, en su diccionario, oculta su naturaleza totalitaria, al describir el comunismo como "Doctrina que establece una organización social en que los bienes son propiedad colectiva". Esta impecable asepsia no se mantiene cuando se definen otras ideologías similares como el fascismo y el nacionalsocialismo.
Muchos se preguntan cómo es posible que se blanquee una ideología con más de 120 millones de muertos en 34 países desde 1917. Esto sólo puede lograrse mediante el concurso de entidades como la Universidad, convertida en reducto ideológico ("Ahora no hay ninguna intelectualidad que no sea en algún sentido de izquierda", George Orwell). Muchos docentes ejercen de activistas y acuden a la corrección política para imponer el marxismo identitario o wokeísmo, resultado del neomarxismo y posmodernismo. Asimismo, como el mundo académico no es el único que forma a los jóvenes, necesita apoyarse en otro colectivo también predominantemente de izquierdas, la industria del entretenimiento.
El totalitarismo comunista se hundió con la caída del Muro de Berlín en 1989, pero algunas de sus ideas han sobrevivido y calado en muchas personas de buena voluntad, incluso en países que sufrieron su dictadura. Cuesta entender que a estas alturas de la historia de la humanidad, la utopía comunista, aunque fracasó estrepitosamente, goce de mejor prensa de la que merece.