Opinión

¡La tuna pasó!

LOS III ENCUENTROS Troyanos celebrados hace unos pocos días permitieron que se reunieran en Santiago un buen número de agrupaciones de tunos de España, Portugal e incluso Puerto Rico, invitados por la Casa Museo de la Troya (por cierto, si no se ha estado nunca es una visita inaplazable) y su agrupación musical Troyanos de Compostela. Todos contribuyeron a crear con su alegría y su música que en la ciudad se viviese una atmósfera distinta.

Los tunos, que son a su vez cantores, músicos, juglares, poetas y desde luego bohemios, son una tradición que entronca con las raíces humanísticas europeas de los siglos XIV y XV. Ya en el año 1348 el Rey Sabio, Alfonso X, hacía referencia a los tunos en su Código de las Siete Partidas definiéndolos como "Tuna es Yuntamiento que es fecho d’escholares trovadores, por aver mantenencia, andar las tierras e servir dueñas dellas con cortesanía".

La tuna es maestra de vida, y lo primero que ejercita es la humildad, puesto que muchos estudiantes gracias al pasar su pandereta y recibir dinero por su música han conocido los mejores lugares y plazas de este y otros países. Enseña también generosidad, puesto que se aprende a cantar y tocar buscando el simple pago de una sonrisa.

Un columnista con trienios sabe que defender la tuna es uno de los avisperos que no debe pisar si lo que busca es no enfrentarte con esos falsos (sobre todo -as) progresistas que afirman con tanta contundencia como desconocimiento que esta es de derechas, que es un anacronismo medieval y que ofende a las mujeres. Y lo que es peor, que está llena de personas demasiado vitalistas, divertidas y hasta "¡dicharacheras!". Y claro, por supuesto que esto resulta inadmisible. ¿Cómo se puede consentir que la universidad del siglo XXI tenga a esta gente entre su público? Por qué tolerar a los que van por la vida dando brincos, regalando clavelitos (musicales o florales), cometiendo el pecado mortal de tratar de seducir a compañeras de clase y sin más aspiración que regalarnos alegría de la saludable y sostenible.

La tuna no es de una época ni de un partido político, en ella caben todos: personas de izquierdas, de derechas, de centro. Trasciende a la política, traspasando la frontera de los tiempos modernos, sin llegar a desaparecer pese a las profecías de los más cenizos (aquí también, sobre todo -as) que así lo auguraban. La tuna que España exportó al mundo no es una comparsa de personas que se disfrazan para divertirse, sino una agrupación cultural de músicos magníficos, conformada por antiguos o actuales estudiantes universitarios. Precisamente esta condición y su objetivo de vivir la música y esparcirla, despertando emociones ante quienes quieren disfrutarla, los lleva a cultivar cualidades como el respeto, la lealtad, la camaradería, la empatía o el compromiso social altruista.

"En la tuna, que es crisol de amigos nuevos y probanza de antiguos, se encuentran firmes amistades y amores, platónicos y no platónicos, constantes y efímeros que forman un colorido grupo humano. Con los viajes se aprende a conocer a los demás, a tolerarlos y a sentirse parte de una humanidad que sobrepasa las fronteras y las lenguas, siendo los tunos, sin haberlo pretendido, los continuadores de una tradición secular", del Libro del Buen Tunar de Emilio de la Cruz y Aguilar de 1967.

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