Opinión

Hablar, dialogar, escuchar

Hoy me gustaría hablar (escribir) sobre el diálogo. El origen del término se encuentra en la palabra latina de origen griego, dialogus, que supone ejercer el razonamiento, la argumentación, el discurso, entre algunos de sus múltiples significados. A primera vista, todos estaríamos a favor del diálogo, tiene buena prensa. ¿Pero qué quiere decir dialogar? ¿En qué pensamos cuando hablamos del diálogo? ¿Se puede dialogar con aquellos que en el fondo no creen en el diálogo? ¿Es posible entablar un diálogo a partir de posiciones radicalmente opuestas?

Dialogar presupone ir al encuentro del otro, es por ello que tiene matices humildes. No es una concesión altiva, ni un peaje pesado, ni un símbolo de debilidad, más bien una señal de fortaleza, de músculo. En definitiva, estar abiertos al diálogo nos hace crecer más inteligentes y sensibles respecto a los demás.

Agustín Squella señala que dialogar es como "armar un rompecabezas entre varios jugadores". Se podría incluso decir que es como jugar al ajedrez, porque el encanto de este juego es que uno no sabe cuál va a ser la jugada del compañero. Con el diálogo sucede lo mismo: me tengo que sorprender con lo que el otro me cuenta. 

Si como se ha dicho hablar y dialogar es positivo, a veces esto resulta sobrevalorado y no está en absoluto ausente de riesgos

En La Montaña Mágica de Thomas Mann, cuando uno de los personajes le manifiesta al protagonista, Hans Castorp, que hablar es una necesidad humana, este le contesta que incluso se podría decir que es un derecho, pero que, en su opinión "hay derechos que es mejor no usarlos.

Por ello, antes de pensar en dialogar, hay que tener claro que este no es como una suerte de bebedizo curalotodo, que una vez ingerido, solventa todos los desaguisados. Así, en situaciones de injusticia, el diálogo, la pócima, deviene inútil, porque a menudo quien tiene el poder no se esfuerza en escuchar al que está desproveído del mismo y porque no se puede jugar con cosas frágiles por lo que de costosas tienen y por lo que supuso conseguirlas. 

Si como se ha dicho hablar y dialogar es positivo, a veces esto resulta sobrevalorado y no está en absoluto ausente de riesgos, en especial si se pretende dialogar con aquellos que son expertos en devaluar las creencias ajenas, frivolizar con las convicciones morales y negociar con tus principios, salvaguardando los suyos, que nunca son objeto de debate. 

Por todo ello, cabe preguntarse si se puede dialogar, sin defender abiertamente y con firmeza, las propias creencias, con los enemigos del pensamiento libre y el humanismo más noble y digno. Aquellos que han convertido España en uno de los siete únicos países del mundo en legalizar la eutanasia, que pretende ampliar el aborto, elaborar listas de médicos objetores para coaccionarlos y castigar con pena de cárcel a los defensores de la vida que protesten en público. 

Se puede hablar y dialogar con todos, pero el pastor debe saber que por mucho que se desee lo contrario, si el lobo quiere hablar, tal vez lo que pretende es entretenerle para que se confíe y poder atacar al rebaño, o que este deje de confiar en que su pastor siempre estará ahí con él para defenderlo. En cualquier caso el único que gana es el lobo.

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