Opinión

El arte de leer

EL 23 DE abril se celebra el Día Mundial del Libro y se dirá, con razón, que estos esconden historias, cuentos, declaraciones y poesías, que hablan de diversos temas, aportan puntos de vista variados y opiniones dignas de conocer, y que, además, potencian la imaginación y son motores tanto de la sensibilización como del compromiso social.

Escribir textos y descifrarlos mediante su lectura es para nosotros una actividad común, que nada tiene de misteriosa. Sin embargo, hay que recordar la fascinación de Atahualpa al ver cómo los españoles trazaban sobre una hoja blanca extraños signos capaces de llevar consigo información certera. La perspicacia del inca le llevó a comprender que aquellos signos escritos eran un vehículo para la transmisión del pensamiento, aunque no sabía si se trataba de una cualidad de los conquistadores o de un arte que podía ser enseñado y aprendido.

Nada es más fácil que poner de manifiesto las ventajas de la lectura y la benéfica influencia que tiene sobre nosotros. Evoca imágenes que emergen de las profundidades de nuestro ser. Las palabras son ventanas detrás de las que cada persona imaginará un mundo y viaja a su propia isla del tesoro. ¿Quién no recuerda la alegría que se sentía de niño cuando se leía a escondidas el libro favorito?

Leer es viajar, es conocer otros mundos y otros ámbitos de pensamiento. Es sumergirse en la vida de los personajes. Es detestar, amar, comparar y sentir complicidad con el pensamiento de alguien que tal vez nunca conoceremos. Es rebelarse contra el ritmo frenético de nuestro tiempo y el antídoto contra cualquier concepción del mundo excluyente y fundamentalista. Como decía Borges en una entrevista de 1981 con Vargas Llosa, "leer es una forma de vivir".

La lectura ejercita la mente, la mueve, la revoluciona y la desarrolla. Acelera el ritmo de nuestra inteligencia, la fortalece y enriquece, del mismo modo que caminar hace lo propio con los músculos de las piernas. La inteligencia con la lectura adquiere la confianza necesaria para formar el propio criterio frente a los acontecimientos que la vida nos ofrece y gracias a esta deja de ser también susceptible de ser manipulada, afianzando su propio camino hacia la libertad.

En los peores momentos de la pandemia, cuando nos vimos atrapados entre las paredes de nuestras casas, los libros demostraron su valor de bien esencial, abriéndonos puertas y ventanas de libertad. Así, mientras los científicos buscaban la vacuna contra el virus, las mentes volaban a través de las páginas de los libros y nuestros índices de lectura pasaban de siete horas semanales a ocho y media. Pero lo mejor de este promedio es que, después del verano, la cifra se ha mantenido en siete horas y media, lo que hace que seamos un país un poco más lector, por tanto, más culto, pero aún estamos lejos de las sociedades más avanzadas.

Nuestra cultura encuentra en la pluralidad de los libros y en la imaginación literaria los mejores fundamentos de su idea de los derechos individuales y colectivos, a costa de terribles esfuerzos y luchas dramáticas contra los defensores de la ignorancia y los enemigos del pensamiento libre. Como descubrió con sorpresa el emperador inca, leer no es un don natural, sino un arte que debe mantenerse vivo con atención y cuidado, que es lo que tendremos que reclamar el próximo 23 de abril Día Internacional del Libro.

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