Sánchez es un experto en apagar fuegos cediendo al chantaje. Su falta de escrúpulos ya es un tópico del análisis político que da para un libro. El camino de servidumbre por el que se arrastra y nos arrastra, conoció estos días una cadena de despropósitos en donde la incompetencia rivaliza con la traición.
Todo empezó con el giro histórico de la política española respecto al Sáhara, en un burdo intento de tomar por imbéciles a todo el arco político y a la opinión pública. Habría sido mucho más honesto decir la verdad, por triste que resulte y explicar que Marruecos tiene la sartén por el mango y la migración se ha convertido en sus manos, en un arma de disuasión como los misiles balísticos.
Pero el surrealismo continuó estos días. Para garantizarse el favor de los golpistas catalanes, criminalizó al CNI por hacer simplemente su trabajo, acusándoles de actuar al margen del Estado y comprometiéndose, para regocijo de sus socios, a atarlos en corto. Asimismo, la caja en la que envolvió este regalo traía una guinda añadida: dar carta de naturaleza a la nueva ley lingüística catalana, redactada por los independentistas con el apoyo del PSC, que viene a desautorizar la sentencia que fija el 25% de castellano en las aulas.
El apoyo de Bildu pasó por no informar al Congreso sobre los beneficios penitenciarios concedidos a los terroristas de Eta y obstaculizar, impidiendo incluso la presencia del Rey, el homenaje que las asociaciones de guardias civiles y sindicatos policiales planeaban para honrar a los que, sacrificando su vida, consiguieron acabar con Eta y defender la libertad y la democracia.
La mano de Sánchez también se vio en el apoyo socialista en el Senado a favor de la eliminación del tipo penal de las injurias a la Corona y en las cansinas exigencias de sus ministros de pedir explicaciones a Don Juan Carlos, que no exige ni la justicia.
Podemos tuvo también su guiño, al concederse el indulto, muy celebrado por Irene Montero, a María Sevilla, expresidenta de Infancia Libre (entidad que según la policía actuaba «casi como una organización criminal»), condenada por el secuestro de su hijo (quien la repudia y manifiesta tenerle miedo). Este indulto, visto por la judicatura con estupor y desconcierto, sólo puede calificarse de ideológico y sienta el precedente peligroso de crear una coraza de inmunidad para aquellas personas que, aun cometiendo delitos, por afinidad ideológica, podrían considerarse inmunes.
Las traiciones democráticas de Sánchez, consentidas por su partido, les hacen merecedores del mismo futuro que el de los socialistas franceses: desaparecer. Se lo tienen merecido por incompetentes, soberbios, ineptos, por llevar al país a la ruina, por deteriorar la convivencia entre españoles, por profundizar en la desigualdad…
Sánchez ha convertido en lema aquello de Luis de Góngora, «Ande yo caliente, y ríase la gente. Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno». Así funciona el sanchismo, seguirá degradando una institución tras otra hasta que las urnas nos permitan rescatarlas de Sánchez.
