Opinión

Censura gubernamental

No es una broma que Sánchez y su coral progre tengan instintos autocráticos, esto es algo que no se puede consentir

AL LATÍN le debemos casi todo en la construcción de las palabras y de nuestro idioma. Sobre su defensa hay una anécdota jugosa de José Solís, ministro que llegó a formar parte del primer Gobierno de la Monarquía preconstitucional, que interpelando a Adolfo Muñoz Alonso, rector de la Universidad Complutense y reconocido latinista sobre ¿para qué sirve el latín?, obtuvo de este la siguiente respuesta, «Pues entre otros beneficios para que a ti, que naciste en Cabra, te llamemos egabrense y no otra cosa».

Según el tan socorrido Diccionario de la Rae ‘Obsesión’ viene de ‘obsessio,-onis’ que significa ‘asedio’. Es «la idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud». Precisamente esto es lo que define al Gobierno que sufrimos, que es campeón en obsesiones y una de ella es la censura.

Así, la Federación de Asociaciones de Prensa Española (Fape) considera que el nuevo Anteproyecto de Ley promovido por el Gobierno de Información Clasificada, también conocida como Ley de Secretos Oficiales, supone "una grave vulneración de los derechos de libertad de expresión e información con un texto que supondría establecer la censura".

Cada día más, esta y el control de la información, pasan a ser una característica destacada, no solo de los regímenes directamente totalitarios, sino también de las democracias que se niegan a evolucionar. Aquí se materializa la obsesión de Sánchez y de su gobierno socialcomunista por el control de los medios de prensa convencionales, lo que no es más que un paso en el deterioro de la calidad democrática del país. Al buscar que la censura sea ejercida institucionalmente por tribunales y bajo el control de un parlamento electo en un estado democrático, se cree que así se legitima y se diferencia de la tan despreciable censura «totalitaria».

A George Orwell se le atribuye la frase (puede ser suya o todo lo contrario), que "Periodismo es publicar algo que alguien no quiere que publiques. El resto son relaciones públicas", lo que se puede completar muy atinadamente con otra frase de copete "El periodismo es la conciencia crítica del poder. De todo poder".

El sentido último del periodismo parece por tanto que es contar todos aquellos hechos relevantes que los gobernantes tratan de ocultar a una ciudadanía a la que se deben. Por eso el buen periodismo es tan difícil de ejercer, tan valioso e incluso tan caro. Es el aceite que engrasa nuestras democracias, en las que las constituciones consagran de manera muy destacada los derechos irrenunciables a la libertad de expresión e información.

Se calla por sabido que la libertad de prensa es uno de los pilares básicos de la democracia liberal. Ya escribió Thomas Jefferson que "prefería tener Prensa sin Gobierno que Gobierno sin Prensa". Porque la democracia exige admitir las opiniones desfavorables, la discrepancia, la crítica y hasta el insulto, pues se dispone de la libertad de contestar.

Nuestros derechos y libertades no han caído del cielo. Son el fruto de una batalla lenta y secular, que igual que florecieron pueden marchitarse si no se protegen. No es una broma que Sánchez y su coral progre tengan instintos autocráticos, esto es algo que no se puede consentir y hay que erradicar.

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