Opinión

Amistad en tiempos de metaverso

Las Redes Sociales han cambiado de forma asombrosa la manera de relacionarnos y actuar. Hoy socializamos de un modo y con un número de personas que hace años era impensable. Este nuevo modelo de comportamiento ha hecho posible aquello de ‘yo quisiera tener un millón de amigos’, que decía la canción, ya que en las Redes contamos por miles los ‘amigos’, seguidores, o followers, a los que tratamos con cercanía y familiaridad, aun cuando en muchos casos, no hemos cruzado o intercambiado ni tan sólo una palabra o una mirada, aunque bien es cierto que en ellas mantenemos comunicaciones con esos contactos.

Aristóteles (el filósofo más influyente en esta materia) reclama que para hablar de amistad es necesario vivir juntos, pero considerando la naturaleza nómada de la sociedad moderna posibilitada por los medios de transporte, quizás las tecnologías de la comunicación y las redes sociales, sean ahora los instrumentos que facilitan la proximidad, aunque sea virtual, lo que no está lejos de imitar las interacciones cara a cara de la amistad tradicional.

Parafraseando al filósofo, cuando van dos juntos, ambos tienen una mayor capacidad para comprender y actuar en consecuencia. Si no estoy seguro de lo que debo hacer en una situación en concreto, puedo pedir consejo a mi amigo.  De hecho, los verdaderos amigos normalmente no necesitan recurrir unos a otros, ya que la persona que está necesitada siempre se encuentra con su amigo antes de llamarle. Como sucedió cuando Virgilio guió a Dante a través del mundo de ultratumba. 

Por tato, ¿Es posible mantener o forjar vínculos de amistad en una sociedad que abraza el individualismo y la pérdida (casi total) de atención que nos prestamos los unos a los otros? Actualmente pasamos por una virtualización de las relaciones sociales, mediadas por un individualismo que nos ha hecho creer que ‘el otro’ es simplemente un depositario de nuestro relato y emociones. ¿No es evidente que cada vez con más frecuencia la gente sólo habla de sí misma, sólo quiere ser oída, evitando interesarse por cualquier circunstancia que le resulte externa?

Otra pregunta surge espontáneamente, ¿qué clase de amistad es posible sin diálogo? Esta no puede surgir de la contemplación o de la simple y vana conversación circunstancial, precisa de un vínculo que requiere la participación activa y coherente de más de una persona. 

En tiempos no tan lejanos, los consejos nos llegaban de redes sociales de carne y hueso formadas por amigos presenciales, padres, hermanos… La sociabilidad que conseguíamos, sin pantallas ni likes de por medio, garantizaba que uno tuviera amparo de alguien cercano. Cuando el individualismo empezó a arrasar el terreno de esa sociabilidad comunitaria y las relaciones se fueron virtualizando, las personas comenzaron a perder el hermoso beneficio de disponer de la compañía mutua de otros con quien poder llorar, a quien pedir consejo. 

No estaría mal recuperar el valor de la amistad mediante el diálogo fructífero, pero ello implica, como todo lo bueno y necesario, hacer pedagogía con los jóvenes, haciendo hincapié en que los vínculos sociales importantes como la amistad, demandan tiempo y atención en pos de una búsqueda permanente de la felicidad, no en la obsesión de la inmediatez de novedades.

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