Opinión

Akelarres etarras

Defender la 'Memoria Democrática' (con mayúsuclas) supone que las Cortes aprueben una ley que ilegalice a los herederos de Eta y sus manifestaciones de apología del terrorismo 

DURANTE décadas, los criminales de Eta estuvieron muy presentes en nuestras vidas. No eran más que cobardes que se escondían debajo de pasamontañas, pegaban tiros en la nuca, colocaban bombas debajo de los coches o extorsionaban. Una buena parte de la sociedad vasca los veía como héroes y otra, como instrumentos útiles para extorsionar al Estado con el fin de conseguir recursos y transferencias de competencias ("mientras Eta agita el árbol, el PNV recoge las nueces", decía Xabier Arzalluz).

Desde la victoria sobre la banda terrorista, no han parado de organizarse actos de reconocimiento a los etarras. ¿Alguien puede imaginar el disparate de homenajear a Jamal Zougham y Abdelmajid Bouchar, autores de la matanza del 11-M, o a violadores y pederastas convictos?

Un homenaje siempre es una ceremonia de reconocimiento a una persona que ha hecho algo bueno, especial... Pero, qué ha hecho Henri Parot, cuyo rastro de terror incluye más de 200 víctimas y 39 asesinatos. Es el autor de atentados como el de la casa cuartel de Zaragoza de 1987, con 11 víctimas mortales, 5 de ellas niños. Tras ser detenido en 1990 en Sevilla con 300 kilos de explosivos fue condenado a casi 4.800 años de prisión, de los que solo cumplirá 41.

Las concentraciones del pasado fin de semana para apoyarlo son indignantes y una nueva humillación a las víctimas. Esto pone de manifiesto que, como escribió William Shakespeare, «·algo huele a podrido en Dinamarca» (en este caso en la sociedad vasca), ya que el entorno de la banda terrorista parece seguir contando con demasiado apoyo social y mediático.

El Ejecutivo de Pedro Sánchez quiere pasar las páginas de la historia de España que más estorban a sus socios golpistas, separatistas y herederos de Eta. Es una paradoja que el que está empeñado en revivir día tras día la Guerra Civil, las cunetas y el franquismo para seguir sembrando división y discordia, en lo relacionada con Eta nos pida justo lo contrario: mirar al futuro autoimponiéndonos una especie de amnesia colectiva y selectiva.

Desde el momento en que aceptó pactar con Bildu, optó por abandonar una forma de entender la política, basada en el principio democrático de no deber nunca nada a quien legitime la violencia y el terror. Es triste que a los que se les llena la boca con palabras como democracia, progresismo y memoria histórica no sean capaces de defender y honrar a las víctimas. Aunque en esto, no solo ellos son los únicos culpables, tienen también su parte de responsabilidad aquellos intelectuales y periodistas, cómplices de su deseo de pasar página y olvidar esa parte de nuestra historia.

Defender la ‘Memoria Democrática’ (con mayúsculas) supone que las Cortes aprueben una ley que ilegalice a los herederos de Eta y sus manifestaciones de apología del terrorismo. Asimismo, el deber ciudadano de no olvidar a los 850 inocentes que a lo largo de cerca de medio siglo fueron cruelmente asesinados, a los miles de mutilados, secuestrados y extorsionados y a los centenares de miles que tuvieron que salir del País Vasco, pasa por combatir pacíficamente pero con firmeza los discursos y ceremonias en que los terroristas son ensalzados como héroes.

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