Opinión

Lo que el viento se está llevando

"Escarlata O’Hara no era bella, pero los hombres no solían darse cuenta de ello hasta que estaban ya cautivos de su embrujo". Me gusta el comienzo de ‘Lo que el viento se llevó’, la novela de Margaret Mitchell. Y lo dice un experto en comienzos de novelas, pues me sé muchos de memoria y creo que son fundamentales para anclar o no al incipiente lector en la obra. Ese principio es muy sugerente, despierta el interés por conocer a tal mujer y por descubrir las claves de su seducción. La caprichosa, vitalista y resistente Escarlata O’Hara es ya para siempre la Vivien Leigh de la versión cinematográfica, una de las películas más míticas de todos los tiempos y que acaba de ser acusada supongo que de racismo, racismo inevitable porque ‘Lo que el viento se llevó’ es, entre otras cosas, una evocación del Sur estadounidense antes de que el viento de la guerra y de la derrota se lo llevase. Y ese Sur era racista, sí.

Los nuevos bárbaros campan por sus respetos y son una mezcla de radicalismo, estupidez, ignorancia, rencor íntimo, revisionismo totalitarista de la más baja estofa y osadía. A lomos de las redes sociales, amparados por el buenismo y lo políticamente correcto y jaleados por quienes quieren acabar con este imperfecto mundo y cambiarlo por otro que acabará siendo (hay pruebas históricas y actuales de ello) mucho más imperfecto y temible. Y para conseguir sus fines no solo pretenden cambiar el futuro, cosa legítima, sino el pasado, la propia historia, cosa intolerable, una manipulación contra la que conviene oponerse si no queremos vernos abocados a tiempos muy oscuros. Y así estos nuevos bárbaros tiran las estatuas de Colón o Churchill, censuran hasta cuentos infantiles y pretenden borrar todo lo que a ellos no les gusta o conviene.

Lo que el viento provocado por esta tropa se está llevando es muchas veces algo hasta ahora tenido por honorable y que, en todo caso, forma parte, parte histórica, de nosotros y sin lo cual no seríamos lo que somos, sino algo peor; no mejor, como ellos proclaman. Y todo esto no es una hipótesis, está ocurriendo, empezando a ocurrir ahora mismo, delante de nuestros ojos, con el aplauso de muchos, el silencio de otros y el impulso político de los que se declaran antisistema, entiéndase lo de antisistema hasta que impongan el suyo, bastante siniestro.

¿Y por qué no se reacciona ante tan grave amenaza? Porque la sociedad está más eficazmente manipulada que nunca a través de las tan inevitables como nefastas redes sociales, en las que demagogos y demás ralea han encontrado una casi invencible arma.

¿Qué hacer, entonces? Quizá nada. Quizá, como Clark Gable en la película, largarse diciendo: "Francamente, querida, me importa un bledo". Pero sí importa. Y bastante.

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