Opinión

Ve y pon un centinela

YA HE contado  en  alguna otra ocasión que del caos laberíntico de mi biblioteca he rescatado tres novelas, para tenerlas a mano y releerlas total o parcialmente muchas veces. Son, enumeradas quizá por orden de preferencia, ‘El Gatopardo’, de Lampedusa, ‘Matar a un ruiseñor’, de Harper Lee, y ‘El jardín de los Finzi-Contini’, de Giorgio Bassani. Los tres libros han dado lugar a sendas películas. Dos, ‘El Gatopardo’ y ‘Matar a un ruiseñor’, magníficas; ‘El jardín de los Finzi-Contini’, más corriente.

‘Matar a un ruiseñor’ está narrada desde la mirada de Scout, una niña —en buena medida la autora— que vive en Maycomb (en la realidad, Monroeville), Alabama, en el profundo y racista Sur estadounidense de los años treinta del siglo pasado. La niña, tan rebelde como encantadora, se siente siempre protegida por la presencia de su padre viudo, Atticus Finch, un modelo de persona y abogado que, en uno de los  episodios centrales, no duda en defender a un negro acusado injustamente de la violación de una blanca. La historia es costumbrista, evocadora, un canto a la infancia y a la dignidad humana. El Atticus Finch de la película, prodigiosamente encarnado por Gregory Peck, fue elegido, por encima de cualquier otro, como el gran héroe norteamericano.

Harper Lee, célebre y consagrada por una obra que ganó el Pulitzer de 1960 y de la que se vendieron millones de ejemplares,  no  volvió  a  escribir otra novela y vivió al margen del mundanal ruido. Pero hete
aquí que ahora, con casi noventa años y la salud muy deteriorada, se publica, con un lanzamiento impresionante, ‘Ve y pon un centinela’, libro que estaba escrito antes de ‘Matar a un ruiseñor’, pero que fue rechazado por los editores y la autora guardó sin volver a hablar de él. Me temí lo peor, una  maniobra  puramente comercial aprovechándose de que Harper Lee ya no está en condiciones de oponerse. Y seguramente sea así, pero, para mi sorpresa, me gustó. La protagonista sigue siendo Scout, pero ahora ya transformada en Jean Louise, una chica independiente que vive en Nueva York y regresa a Maycomb por unos días. Y allí está Atticus Finch con  más de setenta años y allí está el Sur y está la infancia y está el racismo. El libro se lee con agrado y, aunque escrito  en tercera persona y no en primera, la voz narradora sigue teniendo gran encanto y naturalidad.

La clave de la historia —que la crítica no ha resaltado como debiera— es el cambio de la protagonista ante Atticus, ya visto como un hombre con sus  grandes virtudes y defectos, y no como un héroe. Es decir, nos cuenta el duro pero necesario desencantamiento de la infancia, el paso a la verdadera edad adulta, a la independencia de la figura del padre; el paso de Scout a Jean Louise. Y siempre el Sur. Recomendable.

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