Opinión

Miscelánea deportiva

YA TENÍA pensado este artículo, ya tenía decidido que lo empezaría con la razón que me lleva a escribirlo, que no es otra que escapar de los temas del coronavirus y de Sánchez/Iglesias y su tropa, temas por cierto bien desagradables y de los que estoy empachado. Ya tenía decidido empezar así, cuando el sábado me encuentro con que María Piñeiro, en la última página de El Progreso, justifica su artículo con parecida razón, aunque en su caso solo por estar harta de la covid, y dedica su escrito al gato de un soltero o al soltero de un gato, que tanto monta. Así que, crean mi palabra, no la copio —en lo que no habría ningún desdoro— sino que se trata de una coincidencia en la saturación del tema de la pandemia, del que a mí solo se me ocurre salir por el camino de unas reflexiones deportivas, tres si cupiesen.

La primera va sobre Froome, mi ciclista preferido de los últimos tiempos, que en esta hace poco acabada Vuelta a España ha escrito una de sus mayores hazañas. El ganador de cuatro Tours, dos Vueltas y un Giro, lastrado por las secuelas de una grave caída el año pasado, no tuvo ningún reparo en actuar de humilde gregario de su equipo, intentando ayudar en lo posible. Explicó tan insólito proceder en un campeón diciendo que estaba encantado de hacer lo mismo que tantos otros habían hecho por él cuando era un líder indiscutible. Quedó en el puesto noventa y tantos, a más de tres horas del vencedor, pero esta actuación lo engrandece aun más que sus rutilantes victorias ¡Chapó, Froome! Un caballero casi de otra época, además de un campeonísimo.

La segunda reflexión es sobre el marchador Jordi Llopart, recientemente fallecido. Fue el primer atleta español en conseguir una medalla olímpica, la de plata en Moscú-80, y dos años antes había ganado el europeo de Praga. Un pionero, pues, no solo de la marcha en España, sino de la proyección internacional de nuestro atletismo. Y es precisamente el tema de los pioneros el que me atrae, con su aureola romántica y solitaria. Aquellos deportistas que casi desde la nada llegaron a lo más alto en su disciplina y abrieron el camino a todos los que vinieron después: Blume en gimnasia, Ballesteros en golf, Nieto en motos, Santana en tenis. Y seguro que algún otro más del que lamento no acordarme ahora. Honor a todos ellos.

Y va la tercera, muy breve. ¿Qué le pasa al Real Madrid que no carbura? Pues, entre otras cosas, que ganó demasiado últimamente, engrandeciendo su leyenda hasta límites insospechados en la Copa de Europa o Champions. Y cuando se deja de ganar, porque es imposible seguir así siempre (con la excepción de Nadal), llega la depresión, un verdadero síndrome de abstinencia que ahora toca. Y encima, sin el Bernabéu y sin público: una miseria para futbolistas acostumbrados a escenarios grandiosos y entusiastas

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