Opinión

Menos lobos

Lobos. AEP
photo_camera Lobos en Galicia. AEP

LO SABÍA. Bastó que se hablase de proteger al lobo para que todos los antilobo se pusiesen en pie de guerra. Aunque muchos en guerra ya estaban, en guerra de batidas contra el gran perseguido y lo que pretenden es que tales batidas, con lo emocionantes que son y lo bien que se pasa, no tengan que cesar. Bastó que se amagase con respetar a nuestro más mítico animal para que se pusiese en marcha una serie de denuncias, informes, lamentos y amenazas cuyo objetivo es que el proscrito lo siga siendo y que solo pueda seguir existiendo bajo mínimos, aterrorizado y siempre acosado como objetivo cinegético.

Me llama especialmente la atención la noticia de que el noreste de Galicia es la región del mundo (sí, han leído bien, del mundo) con mayor densidad de lobos. Lo dice un tal Instituto de Biodiversidade Agraria e Desenvolvemento Rural de la Universidade de Santiago. ¡Qué oportuna la aparición del informe, en estos trascendentales momentos —ara el destino del lobo! A mí –defensor de los animales y, por ende, del lobo— el nombre de dicho instituto no me tranquiliza demasiado. Ni siquiera eso de la Universidade de Santiago, mi universidad, pues bien sé que en la universidad hay de todo. Me gustaría poder comparar con un informe de la WWF o de otra asociación de reconocida trayectoria proteccionista. Porque, perro o lobo viejo, sé que los informes o estudios, como los expertos, son según y depende.

Tercer punto y aparte y vuelvo al asombro del segundo. Así que estaba rodeado de lobos y yo sin enterarme. Así que sobran lobos y yo defendiéndolos. Así que hay una porrada de lobos por metro cuadrado y yo sin darme de fauces con ninguno. Soñando con Siberia o con Canadá y tenía manadas aquí, a un paso, que comparado con esto, aquello es una birria en cuestión de lobos. ¿Y cuántos he visto en mi vida? Dos: hay que ser inútil. Inútil yo y discretos ellos, que no cabiendo en un territorio atestado mantienen su actividad dentro de unos límites muy razonables; razonables desde mi degenerado punto de vista, of course, pues para muchos cualquier presa del lobo es algo intolerable, casi insultante.

Resumiendo, por enésima vez. El lobo tiene tanto derecho a vivir en libertad como cualquiera. El lobo es un animal especialmente significativo, tanto desde un punto de vista ecológico como cultural, por lo que su supervivencia, no solo marginal, es una obligación de toda la sociedad; y la sociedad, a través de la Administración, ha de ser quien corra con los gastos que el lobo cause en el ganado. El control de la población lobuna, en un espacio y en un tiempo muy bien delimitados, ha de hacerse solo cuando sea estrictamente necesario y de un modo digamos ‘oficial’, no como entretenimiento de pandillas de cazadores.

¡Suerte, hermano lobo! Que, como siempre en tu azarosa vida, la vas a necesitar.

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