Opinión

Que llegue pronto el pasado

Ésa, la del título del presente artículo, es la aspiración de todos los españoles, incluidos los más ciegamente progresistas. Por cierto que, en general, aquí se tiene por progresista al que vota partidos de izquierdas, como si —sobre todo en estos tiempos y visto lo visto en la historia mundial— una cosa estuviera inexorablemente relacionada con la otra y no pudiesen ser opuestas ni excluyentes, como tantas veces ocurre y ocurrió. Dicho de otra manera: hay muchos ‘progresistas’ íntima y consustancialmente reaccionarios, tanto de ideas como de actitudes. Yo conozco personalmente a varios y de vista y oídas a muchos. Sin embargo, estos reaccionarios—progresistas están muy orgullosos al creerse artífices del progreso humano, por lo dicho anteriormente de que votan izquierdas. Aunque la verdad es que —como dijo alguien, quizá yo mismo— Dios nos libre de los progresistas si queremos progresar.

Un pasado seleccionado o, en el momento presente, casi sin seleccionar sería el modelo perfecto para el futuro

Pero dejemos la diatriba y volvamos al comienzo. Por muy progresista que uno se sienta (no se inquieten, que no vuelvo a lo mismo del párrafo anterior) en estos nefastos días, meses, ¿años? del Covid—19, todo quisque desearía volver al pasado, como un facha reaccionario cualquiera. Al pasado antecoronavirus. ¡Época dorada aquella! ¿La recuerdan entre las brumas de la pesadilla? Como nos gustaba entrar en bares abarrotados, animadísimos, sin miedo a que nos rozaran o nos respirasen en el cogote. Qué placer viajar por aquí o por allí, sin pensar en qué fase estamos. Qué alivio no ver a nadie con mascarilla. La televisión era, mejorando lo presente y salvo excepciones, una mierda, pero una mierda que no estaba todo el tiempo hablando de pandemias, contagios y muertes. Ese pasado tan reciente, aunque parece ya lejanísimo, sería el mejor futuro que se nos podía ofrecer.

El futuro que se nos presenta ahora, por el contrario, no parece muy estimulante, algo que le ocurre con frecuencia. Lo ideal sería que ese futuro se asemejase lo más posible al pasado, a un pasado que no tiene que ser gran cosa y del que, eso sí, habremos eliminado los momentos peores. Un pasado seleccionado o, en el momento presente, casi sin seleccionar sería el modelo perfecto para el futuro. Como ven, la aspiración de todo conservador. El pasado es seguro, el futuro tambaleante. El pasado parece llevar consigo una agradable carga de idealización, por aquello de la memoria selectiva, mientras el futuro se tiñe con facilidad de amenaza e inquietud. Yo creo que debieran darnos las dos opciones: que los progresistas, como es su obligación, escogiesen un futuro de desescaladas y vacunas y los conservadores o reaccionarios volviésemos al pasado, al pasado anterior al coronavirus.

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