Opinión

Jardines

LOS JARDINES públicos y privados, pero sobre todo los públicos, han sido concebidos como remansos de tranquilidad, como oasis en medio del bullicio y estruendo ciudadanos. Tal es su razón de ser, su esencia. Pero ahora, con las ensordecedoras máquinas que usan casi sin parar los jardineros, se han convertido en las zonas más ruidosas que imaginarse puedan. Una contaminación acústica que en otros espacios estaría prohibida y perseguida se impone sin cortapisa en los jardines: una aberración. Es el caso en nuestra ciudad del parque Rosalía de Castro, todas las mañanas infestado de atronadores aparatos. Por si no le bastase.

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