Opinión

Elogio sin voto para Feijoo

Para empezar: ¿por qué Feijóo? Lo correcto ortográficamente sería Feijoo, sin tilde, puesto que se trata de una palabra llana o grave acabada en vocal. Dividamos el apellido en sílabas para los despistados: Fei-jo-o. Esa tilde no tiene sentido y quizá —se me acaba de ocurrir— venga de un previo Feijó (la tilde aquí sí correcta, por ser palabra aguda) al que se le añadió una -o. Además, el ilustre precedente del padre Feijoo me da la razón histórica. Bien es verdad que cada uno —y no solo si es de Bilbao— escribe su apellido como le da la gana. Pero Feijóo no tiene mucho sentido. Así que yo —con su permiso, don Alberto— escribiré, al menos en este artículo, Feijoo, que por y para algo fui profesor de Lengua durante décadas y algo siempre queda.

Naturalmente, lo del párrafo anterior no es el elogio. A ver si va en éste. Feijoo no me cae especialmente simpático, ni tiene por qué. Tampoco me cae nada antipático, lo cual ya es mucho dado lo rallante que soy y lo pésimamente que me caen políticos varios, sin citar a ninguno ahora por no ser necesario. En su personalidad privada hasta me parece un poco siniestro, con su reserva a ultranza sobre el asunto, a lo que, por supuesto, tiene todo el derecho. Pero eso de que yo ni conozca a su pareja, que nunca o casi nunca lo acompaña a ningún acto me parece excesivo. Claro que quizá hace bien. Por cierto, tiene un hijo, ¿no?

Pues tampoco en este párrafo fue el elogio y ya voy por la mitad del artículo. Así que ahora o nunca. Feijoo es una persona seria, equilibrada, con gran capacidad de gestión y buena dialéctica. Pero sobre todo, y creo que aquí está la clave de su éxito político, parece una persona fiable, cualidad también importantísima en el plano personal. Compárese esta fiabilidad con, por ejemplo, la de Sánchez, en el que brilla por su ausencia. Con Feijoo de presidente está uno a salvo de ocurrencias, de giros insospechados por pura conveniencia personal, de salidas de pata de banco. Eso al margen de que se coincida o no con sus ideas políticas que, en todo caso, son de una moderación en absoluto reñida con la firmeza.

Pero el mayor mérito de Feijoo, con no ser pequeños los ya apuntados, es que sirve de dique a los demás aspirantes a la Xunta. A todos los demás —medianos, malos, pésimos y peores— que ya sabemos que se iban a unir para llegar al poder y repartírselo. Ese freno al desembarco de toda la tropa, esa garantía que supone el de Os Peares no es cuestión baladí y a ello le debe buena parte de su mayoría absoluta, la cuarta nada menos y en estos tiempos.

Y sin embargo reconozco paladinamente que yo no lo voté, aunque con esta confesión se esfume el puestazo, el nombramiento que pudiera tocarme. Pero nunca votaré a alguien que no sea animalista. Que no es lo mismo, sino todo lo contrario, que ser animal.

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