Opinión

Dulce septiembre

El último tramo del actual septiembre nos trajo, con el volcán y la gota fría, a Puigdemont. Nuestro fugitivo más ilustre andaba por Cerdeña, supongo que a sus cosas independentistas 

Era bonita aquella canción que cantaba, entre otros, José Guardiola: "Septiembre se muere/se muere dulcemente/ con sus uvas maduras/con sus manzanas verdes". Dulcemente es un adverbio que le va a las mil maravillas al habitual transcurrir de este mes, cuando ya se encamina hacia octubre. El otoño aún es suave, como la piel tersa de un niño. La luz acaricia. El paisaje se hace estático en los atardeceres. Cuando septiembre se va despidiendo, la dulzura parece bañar el mundo. Eso es así. O era, porque este septiembre se marcha a lo bruto, enrabietado y pendenciero. En consecuencia, lo de dulce septiembre, aunque no deja de ser cierto, toma este año un matiz irónico.

Porque a finales de septiembre entró en erupción el volcán de La Palma, ese que según una oportunísima y aguda ministra tiene la parte buena de que puede convertirse en una atracción turística. Lo dice en plena catástrofe y ni dimite ni la hacen dimitir: nivelazo el del Gobierno de Sánchez, que en nada desmerece de su presidente. Las imágenes de fuego y lava parecen de película, cuesta hacerse a la idea de que son de España y de ahora. Las casas desmoronándose como de papel e inmediatamente engullidas. Los temblores, las explosiones, la columna de humo, de sabe Dios qué gases. La gente abandonando a toda prisa sus hogares y sus recuerdos. Algunos animales vagando aterrorizados y hambrientos. ¿Seguirán volando los pájaros? Y quizá la sensación de miedo, de angustia y de claustrofobia se acrecienta al tratarse de una isla, y no muy grande. No, en La Palma septiembre no será recordado como un mes dulce. Tremendo.

Ni dulce acabó septiembre en el sudoeste peninsular, que sufrió una gota fría, ahora llamada Dana, que dejó patas arriba a Lepe, por ejemplo. El que en esta época haya gotas frías es habitual en la zona de influencia del Mediterráneo, debido a lo que se calienta ese mar casi cerrado a lo largo del verano y al choque de ese calor con los primeros fríos o frescos otoñales. Pero es que ahora el Atlántico, por muy océano que sea, también se va calentando debido al cambio climático y pasa lo que pasa: gotas frías y ya amago de huracanes. Y esto no ha hecho más que empezar. Preparémonos, incluso en Galicia, para estos fenómenos climáticos extremos, hasta ahora propios de otras latitudes y de los que aquí estábamos libres.

Y —sin ánimo de comparar esto con lo anterior— el último tramo del actual septiembre nos trajo, con el volcán y la gota fría, a Puigdemont. Quiero decir un nuevo capítulo de su prolijo serial. Nuestro fugitivo más ilustre andaba por Cerdeña, supongo que a sus cosas independentistas, y allí lo detienen. Pero solo un día, vaya por Dios, y enseguida lo sueltan para que siga a lo que le es propio. ¿Dulce septiembre?

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