Opinión

Mi carta

Si todo sale según lo programado este artículo estará en sus manos en la mañana del día 6 de enero, fecha que todavía el Gobierno no ha suprimido de nuestro calendario, la celebración de la Epifanía del Señor más conocido como el día de los Reyes Magos.

En mi carta a Sus Majestades de Oriente este año ni se me pasó por la cabeza incluir cosas materiales. En estos momentos, con una pandemia de consecuencias mortales que está afectando a tantos millones de ciudadanos, y en tiempos, que previsiblemente son previos a una grave crisis social, no estoy para regalos que se puedan envolver. Me puse a pensar, por lo tanto, en qué otras cosas podría desear para mí y las personas a las que quiero.

Algo que espero hayamos incluido todos en nuestras misivas es la salud, la de todos. Posiblemente una de las cosas positivas de esta crisis sanitaria haya sido que muchos habremos valorado todavía mucho más lo que supone gozar de buena salud, la de cada cual y la de las personas con las que compartes tu vida. Todos lo pensamos, pero seguramente de manera especial los que ya hemos celebrado unos cuantos cumpleaños.

Después de la salud he incluido en mi carta otra cosa que también quisiera pensar que ha formado parte de otras muchas cartas y, por lo tanto, de buenos deseos compartidos. El trabajo para todos y de manera especial para aquellos que lo han perdido en estos últimos tiempos, pero también para los más jóvenes, tantos de ellos extraordinariamente preparados que en busca de un derecho básico para vivir sus vidas han dejado sus pueblos y ciudades de origen y se han desplazado a donde las oportunidades parecían estar al alcance de la mano, aunque para muchos fue un espejismo que los ha llevado a alejarse todavía más de su punto de partida y para otros supuso la obligada vuelta a empezar.

Tras la salud y el trabajo he pedido más y mejor educación para los que ahora se forman y que pronto serán las generaciones que conduzcan nuestra de sociedad. Con los años he percibido una devaluación progresiva de nuestros modelos educativos, primero en los centros de enseñanza, pero también en el seno de las familias, que al fin y al cabo son un reflejo de la manera en que somos educados y donde la pérdida de valores y respetos mutuos son el pan nuestro de cada día.

Como el espacio en blanco del papel de mi carta empezaba a llegar a su final me paré a pensar unos segundos en qué otras necesidades prioritarias debería incluir en ella y no dejar para otro año. Aquí mi vena y vocación política hizo aparición y por ello introduje aquellas cuestiones que hoy echo en falta o percibo a diario cada vez en menores dosis. He pedido para todos los que ostentamos algún tipo de responsabilidad pública o queremos representar dignamente a las personas que nos eligieron para ello mucha más altura de miras y mucho menos cortoplacismo. Menos fotos y tuits y más búsqueda real de acuerdos, de soluciones a los principales retos que la sociedad demanda y necesita. Menos populismos y más realismos. Más concordia y menos enfrentamientos.

Cuando mire hoy en mis zapatos, y los demás días del año al levantarme, buscaré estos regalos y espero que a ustedes y a mí nos hayan sido concedidos estos deseos.

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