Opinión

Gracias que nos queda Rafa Nadal

Llevamos mucho tiempo observando como las actuaciones de muchos políticos conducen a diario a un espectáculo poco edificante y constructivo.
Empezaré por las discrepancias internas en los gobiernos, que no solamente los debilitan, sino que los humillan y con ello también a los ciudadanos. 

Desde estas mismas líneas y en más de una ocasión me he referido a las dificultades de gobernar en coalición con fuerzas con las que solamente se tiene en común el objetivo de impedir que gobierne otra fuerza, que generalmente ha sido la más votada y no alcanza la mayoría suficiente para gobernar en solitario. Tenemos múltiples ejemplos que van desde lo más próximo, aquí en Lugo, hasta llegar al Gobierno de la Nación pasando por gobiernos autonómicos, como ocurrió en Galicia cuando el PP le faltó un solo escaño para tener mayoría y gobernó una coalición del PSOE y BNG.

En aquella ocasión puede que todavía recuerden como el presidente Touriño y su vicepresidente Quintana se disputaban las inauguraciones y la gestión tratando de patrimonializarla, hasta el punto de que en sus cuñas publicitarias no se hablaba de la Xunta de Galicia, sino que uno lo hacia de la presidencia y el otro de la vicepresidencia, como si en lugar de un gobierno lo que tuviésemos fuesen dos.

En España, en esta Legislatura, tenemos ejemplos parecidos, o hasta diría que mucho peores. Los ministros de Podemos van por un lado y los socialistas por otro. Son muchos los ejemplos: la reforma de la reforma laboral, el conflicto con Ucrania, las políticas de vivienda, etc.

Sigue sin ponerse en funcionamiento un auditorio finalizado hace años o sin concederse licencias para seguir rehabilitando la Tinería

Como decía al principio, estas formas de actuar y entender la política no sólo tensan la convivencia dentro de los gobiernos, sino que degradan en sí la política y su fin último, que debe ser estar al lado de los ciudadanos para conocer los problemas que les preocupan y poner los medios para resolverlos.

La desafección con la política está llegando a niveles preocupantes. Este fin de semana se producían algunos sucesos que sirven para ilustrarlo.

Un partido político, Podemos, anunciaba que llevaría al Congreso de los Diputados la votación del jurado que decidió quién nos representaría en el festival de Eurovisión, acusando el proceso de falta de transparencia. Grave asunto comparado con los problemas reales que hoy más nos deberían preocupar.

Finalizo con lo más próximo, lo que ocurre en nuestra política local como consecuencia de los pactos y acuerdos para formar un bigobierno, dos en uno. Mientras una parte de los concejales venden sus actuaciones y obras con logos asociados a los colores de su partido y bajo la denominación de «tenencia de alcaldía», ya que no tienen la alcaldía, otros, los que pertenecen al partido que sí la ostenta han pasado de vender sus cosas como «Concello de Lugo» a «Alcaldesa de Lugo». Mientras, sigue sin ponerse en funcionamiento un auditorio finalizado hace años o sin concederse licencias para seguir rehabilitando la Tinería.

No sé quién habrá aconsejado a nuestra alcaldesa poner el lema institucional de «Alcaldesa de Lugo» en los atriles desde los que habla, pero creo que ha cometido un serio error. Patrimonializar como éxito personal la acción colectiva de un gobierno y en ocasiones de una corporación que gestiona el dinero de todos los ciudadanos no es el mejor camino para dignificar la política. Gracias que nos queda Rafa Nadal.

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