Opinión

Escuchar con los ojos

CADA DÍA estoy más convencido de que la comunicación entre las personas adolece de los elementos necesarios para que sea una comunicación autentica y útil. Si observamos detenidamente nuestro entorno en las diferentes etapas de un día cualquiera podremos darnos cuenta de que estamos rodeados de muchos tipos de ruidos, ruidos todos ellos causantes de obstáculos para pensar y especialmente para comunicarnos.

Es frecuente que sentados en la terraza de una cafetería escuchemos más las voces de otras mesas que las conversaciones de la nuestra. Si nos detenemos a observar alguna de esas escenas podremos comprobar que es frecuente que los que toman la palabra se consideren expertos en el tema a tratar, hablan y hablan sin importarles lo que otros digan. Solo están pendientes de encontrar la oportunidad de meter baza al primer silencio que se produzca, pensando todo el rato en lo que dirán y sin escuchar lo que otros están diciendo.

También es cada día más frecuente el modelo de comunicación que las nuevas tecnologías nos imponen. Un ejemplo lo estamos viviendo como consecuencia de la pandemia del Covid-19, donde las reuniones presenciales se han transformado en reuniones virtuales a través de videoconferencias, donde igualmente son frecuentes las intervenciones de lucimiento ante todos los conectados para dejar un sello de entendido o experto en la materia, sin prestar atención al resto de intervinientes.

Algo parecido ocurre con las redes sociales y los innumerables medios y fuentes de información, donde se da la paradoja de que cada día son más los que se creen todo lo que ven, leen o escuchan al tiempo que se cuestionan la información. Una gran contradicción. Recuerdo que siendo alcalde una persona me rebatía un tema argumentando sin parar de repetir que aquel asunto era como él decía. A mi pregunta de por qué estaba tan seguro de ello me contestó, «porque lo ha dicho la radio».

Estamos inmersos en la sociedad de la tecnología. Hoy aprietas un botón en tu móvil y la voz del asistente del móvil, a quien cada uno le puede poner la cara que quiera, te responde con voz dulce: «¿En qué puedo ayudarte?». Tecnologías que nos alejan cada día más de la auténtica comunicación verbal.

Cuando me formé como coach lo primero que me enseñaron fue a ponerme en sintonía con el cliente al que vamos a acompañar en su proceso de identificar y alcanzar sus objetivos personales o profesionales. En ese proceso de escucha comprobamos que el lenguaje no solo es hablado sino también corporal, y así los expertos afirman que solo el 7% del contenido del mensaje que percibimos en una conversación son palabras. La voz, su ritmo, su volumen constituyen el 38%, y todos los elementos no verbales como la postura, los gestos, las muecas... completan el 55 por ciento restante. Aprender a escuchar no es solo oír al que nos habla, sino también y sobre todo observar sus gestos y las emociones que nos transmiten. Hoy más que nunca tendríamos que intentar escucharnos más y mejor, aprender a escuchar con los ojos.

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