Opinión

El tri-matrimonio de conveniencia

Disertación sobre la pareja de moda y su trío con Nadia. Yolanda y Pedro se pelean por los votos de la izquierda
Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. EFE
photo_camera Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. EFE

HAY ALGO en Yolanda que es magnético, como sucede con Isabel Díaz Ayuso. Y Sánchez lo sabe. Les tiene miedo ante la hipótesis de un adelanto electoral forzoso o premeditado. A Yolanda porque le resta predicamento y voto en su parroquia sita calle abajo, justo la segunda a la izquierda. A Isabel porque el efecto Ayuso ha consolidado la alternativa del PP de Casado, cuesta arriba a la derecha. Como toda pareja que se cornea en las urnas, Pedro y Yolanda desconfían el uno de la otra y viceversa. Los dos siempre en el engaño de la palabrería y la propaganda, más guaperas que certeros. Ambos adorados y odiados por igual en el paraíso terrenal de un poder a su medida.

Yolanda Díaz, que fue morena antes que rubia, dejó de ser comunista cuando empezó a teñirse con el tinte del pijerío madrileño. La izquierda prêt-à-porter, también conocida como izquierda caviar, vive en un estado laico aconfesional de permanente pecado democrático.

Pedro Sánchez, que fue tertuliano antes que fraile, se esfuerza por volver a la pana y la tortilla sociademócrata felipista de Suresnes. Pero ha ido demasiado lejos en su Falcon al traspasar la raya roja del pacto con socios desestabilizadores del sistema y la Corona. Su plan consistente en mezclar el socialismo democrático con comunismo, independentismo golpista y batasunos proetarras le costó su dimisión en el PSOE y, aunque resucitó con la moción junto a Franco, le puede costar el Gobierno.

De Sánchez no se fía nadie más que Tezanos, y si no que se lo pregunten a Calvo, Ábalos o Iván Redondo. No se fían en la UE, no se fía la oposición, no se fía el Poder Judicial y no se fían sus propios socios. Y por supuesto que Yolanda le tiene cogida la medida como heredera del hechizo del abrazo y la coleta. Aquel abrazo son ahora caricias de pareja y reconciliación en presencia de Calviño. Sintomático, revelador, y como poco, improcedente en una cumbre internacional.

"Derogaremos la reforma laboral", decía el punto 1.3 del pacto de socialistas y comunistas con el que se justificó el Gobierno Frankenstein. Pero no nos engañemos, habrá un apaño que contente a los socios para derogar sin derogar, porque, de lo contrario, Bruselas no suelta un euro con el que pagar la fiesta gastosa de la izquierda gobernante, que ya ha batido el record de inflación del año 92. Yolanda ya ha caído en la cuenta de que su pareja de baile es capaz de firmar la venta de la luna a la Nasa con tal de seguir volando sobre el espacio aéreo de la Moncloa. Pedro no tiene palabra, como se ha demostrado, pero tiene el Boe y el dinerito con el que comprar apoyos.

Yolanda no quiere coronel que le escriba su reforma laboral de demagogia, porque Bruselas prefiere las crónicas de Narnia-Nadia. A mí me parece más resultona Yolanda que Pedro, porque los gallegos tenemos un punto de paisanaje corporativista que convierte la melancolía nostálgica en buenismo solidario. Por mucho que Sánchez vaya al Foro La Toja, ya se sabe que en la escalera de subir y bajar Yolanda se mueve con más picardía femenina y más coherencia ideológica.

Con la pelea pimpinela de la contrarreforma laboral, la sentencia de Rodríguez (el de Podemos, no el de Ayuso), la "prevaricación" del Supremo y Batet según la hermana caprichosa de Yolanda, Ione Belarra, el tono del espectáculo subió a decibelios intolerables.

Llegados a los 1200 asesores a dedo, la sociedad del sufragio empieza a interiorizar lo que Albert Rivera describió como "la banda que nos gobierna para repartirse el botín". Esta semana hemos vivido la gresca gobernante de un país donde no hay certidumbre, ni cuentas claras, ni seguridad jurídica, ni moralidad ética, ni templanza, ni sosiego, ni entendimiento, ni estabilidad en la coalición de Gobierno. Y del mismo modo que Pedro, Yolanda y Nadia se hicieron la foto del trío y las caricias públicas, la herida sigue abierta porque estamos en propaganda de campaña electoral, dure lo que dure la legislatura. Mi madre me dijo: "Pedro hace mejor pareja con Yolanda que con Nadia, pero la bajita parece más buena y preparada". Y es que lo que no sepan leer las madres no lo destripa ni el más espabilado de los analistas en el mundo ideal del sanchismo podemita.

España vive un regreso al futuro que indudablemente es una regresión al pasado, un déjà vu onírico republicano que el presente constitucional no prevé, un amor verdadero imposible entre Yolanda y Pedro que en realidad es un matrimonio de conveniencia. El más listo y más travieso de la clase fue expulsado a tiempo porque su paramnesia era incompatible con la realidad. Pero se nota que el fugado Pablo Iglesias, convertido en aseado cayetano de tertulia sin coleta, sigue manejando los hilos de las rastas. Lo de Pedro y Yolanda terminará siendo un amor a quemarropa con final de tragedia sangrienta y pasarelas de falsos andares. Buena planta, buena imagen, pero muy poco amor a España y al prójimo.

Cortocircuito en la Moncloa

EL LÍO incontrolable del recibo de la luz, las revelaciones de Otegi sobre presupuestos a cambio de presos y las desavenencias de la coalición por la reforma laboral y la sentencia del podemita Rodríguez han provocado un cortocircuito en la Moncloa con riesgo de apagón. Tras las calabazas de la UE a Sánchez para resolverle el precio de la luz, España propone ahora fijar el precio de la electricidad al margen de Bruselas en "situaciones excepcionales". Mientras tanto, 100 millones de ayuda con fondos europeos que no van a llegar si la contrarreforma laboral la hace Podemos sin los empresarios. Los españoles ven que el recibo está patas arriba con constantes cambios de criterio, mientras el Congreso reprobará a la ministra Belarra por acusar al Supremo y a Batet de prevaricación. A propósito del caso Rodríguez, el letrado mayor del Congreso firmó el segundo informe que avala la retirada del escaño y alimenta la tesis de que hubo una orden política para salvar al diputado podemita con aquel primer informe fantasma sin rúbrica de los letrados de la Cámara Baja. Como para salir corriendo...

Estado alarmante

COMO OCURRIÓ con el primer estado de alarma, el TC declaró inconstitucional el segundo estado de seis meses con el que Sánchez y sus socios de coalición esquivaron rendir cuentas al Congreso. Unido a la gestión de la pandemia con 140.000 muertos reales no reconocidos por el Gobierno, en cualquier otro país sería motivo de disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones o, cuando menos, de ceses en el seno del Ejecutivo. El carrusel de aprobación de leyes como la de vivienda, que permite la expropiación de la propiedad privada, parece una carrera a la desesperada entre PSOE y Podemos por apoderarse de ventaja ante un posible adelanto electoral. Hay una sobreactuación de los socios de gobierno y una evidente prisa de socialistas y populares por renovar las instituciones para despejar el calendario. Del estado de alarma por covid hemos pasado a un estado alarmante que ni el propio Sánchez es capaz de controlar, con el IPC desbocado a niveles de EXPO y JJ.OO. de Barcelona. No es de extrañar que la condena a Bárcenas y el PP por las obras en B de Génova se haya convertido en el clavo ardiendo al que se han agarrado la Moncloa y su coro mediático.