Opinión

El ‘topaje’ de Sánchez

Sobre la realidad y el significado de las palabras. Andalucía ha hablado, pero pocos se han dado por aludidos
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta del partido, Cristina Narbona
photo_camera El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta del partido, Cristina Narbona

COMO EL ‘topaje’ del gas en España, el sanchismo ha fracasado en Andalucía. Nos llevaban mareando meses en Europa y la Península Ibérica con la nueva normalidad del topaje, palabrota inexistente impropia de políticas serias contra la crisis y el populismo radical. Pero ni con topaje político ni medidas anticrisis del consejo de ministros extraordinario baja la luz a precio razonable pese a la prestidigitación del gas, ese invento que no logra reducir la inflación y le ha hecho pagar a Sánchez un alto precio en las urnas sin que pueda culpar a Putin.

Las elecciones andaluzas también han puesto tope a Sánchez con un correctivo inimaginable solo comparable al recibo de la electricidad o al coste de los combustibles y los productos de primera necesidad. Los andaluces han dicho basta a la demagogia y la propaganda, y piden que les gobiernen con realismo y con la verdad, con el posibilismo del bienestar y los recursos necesarios de supervivencia para llegar a fin de mes. Los andaluces quieren que les gobiernen sin parches clientelares, ni paguitas, ni subvenciones, ni propinillas que no les devuelven en prestaciones ni por asomo lo que recauda Hacienda.

El topaje de Sánchez es el estado de ánimo que ha imperado el 19-J, un hartazgo colectivo ante el discurso vacío, un vuelco social contra la política insustancial del márketing, un freno sin paliativos al dopaje del sachismo dominante y sus socios radicales. Bajo dos grandes letreros publicitarios (‘Hacemos Europa’), la Ejecutiva del PSOE posterior a las elecciones fue la expresión representativa de un funeral de cuerpo presente presidido por Sánchez, con caras de duelo y negación de la muerte por enfermedad terminal.

Sánchez mantuvo la cabeza erguida durante la foto de prensa, con rictus serio de flagelación contenida, con miradas desafiantes entre el pío-pío que yo no he sido y la evidencia de la culpa reflejada en el rostro. Los barones que más se identifican con el socialismo tradicional, nada que ver con el sanchismo, piden autocrítica y una reacción alejada del postureo, del discurso tan sobado de la extrema derecha; autocrítica constructiva sin polarización ni insultos. La alternancia del bipartidismo se abre paso de cara a la recuperación beneficiosa de España.

La fragmentación contra natura solo causa división y miseria, pérdida de autoestima nacional e internacional y un enorme caos económico y ciudadano que la lógica de las urnas se encarga de corregir. Siempre ha sido así con el PSOE o el PP en gobiernos nacionales o autonómicos, porque no es cuestión de ideologías sino de piel, emociones, sentimientos y bolsillo.

El topaje de Sánchez va unido al declive de un destino crepuscular, con más sombras que luces, con más errores que aciertos. El topaje de Sánchez es la fecha de caducidad de una coalición impensable, con socios y actos inapropiados para la salud de la democracia y de la nación española, con una vuelta a las veredas del franquismo y las nostalgias republicanas que dudan del logro de la Transición y solo persiguen la quimera de un régimen a su medida.

El topaje de Sánchez castiga la criminalización de la Corona, el menosprecio del pueblo, la mentira política y mediática, la desigualdad entre regiones, la desunión territorial, la falta de cohesión nacional, la humillación del patriotismo y la bandera, los pactos con proetarras y golpistas, las deslealtades hacia el Estado de Derecho. El topaje de Sánchez está resultando ser la vuelta a la vieja normalidad, a la política de siempre, a las prisas por rebajar el Iva de la luz que propuso Feijóo; un pinchazo de la burbuja electoral emergente, un antídoto contra el malogro de la españolidad sin partidismo ni colores, una vacuna vitamínica de ilusión, de fe en la alternancia democrática.

El topaje de Sánchez tropieza contra la moderación y la serenidad, contra la legitimidad del centro-derecha, contra el bulo del pensamiento único. El topaje de Sánchez choca contra la moderación y la credibilidad porque el poder desgasta y los actos pasan factura tanto en política como en la vida real. El topaje de Sánchez marca la decadencia del personalismo político, el declive de la exclusión y el insulto, la descomposición de un régimen que siendo democrático a veces funciona con tics autoritarios y formas de autocracia monitorizada.

El topaje de Sánchez ha topado con el mandato del pueblo andaluz y amenaza con extenderse por todo el territorio nacional en próximas citas electorales. Y aunque el sanchismo descarte el cambio de ciclo, el principio del fin o una tendencia al cambio, la prudencia aconseja que la coalición se lo haga mirar antes de que sea tarde. Quizás, como le recuerdan sus socios, ya resulta demasiado tarde que Sánchez haga de Núñez Feijóo o Moreno Bonilla; tarde para que el PSOE suelte el lastre de unos pactos que le arrastran sin remedio a la pérdida de la confianza electoral. Es el topaje de Sánchez, que ni con la cumbre de la Otan, medidas a destiempo o un cambio de actitud logrará recuperar la credibilidad.

Mónica y Ximo

El espectáculo valenciano de Ximo Puig y Mónica Oltra ha sido un comportamiento poco ejemplar que contribuye al topaje de Sánchez. Y si bien debe imperar la presunción de inocencia que el PSOE y sus socios no conceden a sus rivales (archivo del caso del hermano de Ayuso, por ejemplo), parecía inevitable y era de recibo que la responsabilidad política se impusiera a la ocultación de los abusos a la menor tutelada por los que fue condenado el marido de Oltra, razón por la que ha sido imputada y por la que ha dimitido.  El llamado Gobierno valenciano del Botánic está por encima de personas e investigaciones judiciales, pero el baile festivo con el que Oltra y sus compañeros de Compromís, pieza del puzzle de la plataforma Yoli, celebraron la imputación resultó grosero hasta para Ximo Puig, que confesó nos estar para fiestas. La política es algo más que ideología y deprecio al rival. Es ante todo decencia, honestidad y la preservación de la verdad frente a la mentira. La política con mayúsculas se escribe día a día con actos, hechos, gestión, certidumbre y espíritu de estabilidad.

Alberto y Juanma

Baño de masas de Feijóo y Moreno entre el homenaje y el aplauso de la Junta Directiva Nacional del PP. Se supone que fue una inyección de ilusión y optimismo tras el triunfo electoral en Andalucía, y no un exceso de triunfalismo perjudicial ante los obstáculos que aún quedan para llegar a la Moncloa. Haría mal el PP en pensar que ya está ganado, en menospreciar los recursos de un Sánchez herido que luchará con todo lo que esté a su alcance si finalmente se presenta a las generales. Salvando las distancias y el fondo de la celebración, la imagen de Feijóo y Moreno recordaba bastante a aquella que se inventó Iván Redondo cuando Sánchez regresó con un acuerdo de fondos europeos contra la pandemia cuyo reparto no nota la economía española. Aunque no lleguen a los bolsillos de los ciudadanos, ya sentenció Adriana Lastra, número dos del PSOE, que Moreno ganó gracias a eso fondos repartidos por el Gobierno de Sánchez. Alberto y Juanma tienen derecho a celebrar la victoria electoral, pero se supone que son conscientes de que el exceso de confianza debilita. En Génova dicen que "el efecto Feijóo funciona" pero desconfían de la autocomplacencia.