Opinión

Separación de poderes y democracia

Tentativa contra las instituciones en nombre de la Constitución. Malas prácticas políticas
Pablo Iglesias, junto a Carlos Lesmes. EFE
photo_camera Pablo Iglesias, junto a Carlos Lesmes. EFE

LAS DEMOCRACIAS se asientan sobre la sólida base de la separación de poderes. Sin esa división, el Estado de Derecho puede malograrse. Si a ello añadimos una inclinación peligrosa por la limitación de las libertades, incluida la libertad de prensa, el resultado se aproxima bastante a lo que se conoce en Europa como populismo autoritario y en América como chavismo bolivariano de añejas maneras totalitarias. Lo que está sucediendo en España ya no se puede excusar como un aprieto aritmético para mantener el poder. En absoluto. Pese a las limitaciones de su precaria mayoría y el riesgo que suponen para la democracia las malas compañías, el Gobierno de coalición sigue una hoja de ruta para perpetuarse por la vía del control institucional, incluido el desgaste premeditado de la monarquía en favor de la pretendida república. Eso que a priori pudiera parecer descabellado en una democracia europea como la española, es en realidad un cambio de sistema encubierto por la vía del decreto o de reformas exprés como la del Poder Judicial siguiendo el modelo populista palaco. En realidad el objetivo verdadero es normalizar el amotinamiento contra la Constitución a base de acusar a la oposición de incumplirla mientras desde el poder ejecutivo se favorece precisamente el incumplimiento del orden constitucional

Sucede a menudo en los regímenes con desafección democrática que el poder se sirve sin escrúpulos de la circunstancia extrema de una crisis, como por ejemplo esta pandemia, para lograr sus objetivos más oscuros e inconfesables amparándose en la naturaleza excepcional de la alarma social y la emergencia nacional. En España bordeamos desde marzo el confinamiento de las ideas, el pensamiento y las libertades al amparo de una pandemia sanitaria y económica que facilite el Estado de la subvención clientelar desde el paternalismo estatal de Separación de poderes y democracia la beneficencia. Como es deducible... todo muy venezolano. Bajo la buena causa del llamado escudo social, dentro del cual lo mismo cabe el acceso al CNI de Iglesias que el mínimo vital o el asalto a la Fiscalía y el CGPJ, se está forjando la extensión de un auténtico mando único permanente más allá del estado de alarma. Esa forma de gobernar contra el pasado y el presente donde solo se divisa el futuro único, esa forma de hacer oposición desde el Gobierno a la propia oposición equiparándola al olvidado franquismo mientras lo democrático es el cambio de régimen por la puerta de atrás, muestra a las claras vicios impropios de una democracia avanzada que se inspira en el populismo bolivariano tanto por convicción ideológica como por necesidad parlamentaria.

Aunque siempre llega, el despertar de las sociedades oprimidas suele demorarse por estar adormecidas en el regazo de la propaganda, la subvención y el control mediático. Pero esa opresión que se está detectando en España sobrepasa los límites democráticos razonables para implantar una autocracia presidencialista donde el único rey adorado sea republicano y no monárquico. Bajo la manipulación interesada de que el único poder soberano emana del pueblo, la actual democracia española ve como desde el poder ejecutivo se sortean los controles constitucionales con afán de dominio y sometimiento. Es decir, la liquidación de la separación de poderes como preámbulo de la implantación de un nuevo régimen que los creativos guionistas y relatores de Moncloa tratan de hacer pasar como nueva normalidad. Esa perversión copiada del desafío ilegal separatista condenado por el Supremo establece una sencilla regla de tres según la cual el poder ejecutivo de mayoría legislativa prevalece sobre el poder judicial, esto es, que la Constitución está por debajo de los designios de la política debido al hecho del sufragio universal. Lo que en apariencia tiene lógica democrática no deja de ser en sí misma una aberración de tintes totalitarios que nada tiene que ver con la verdadera democracia, léase Venezuela, Cuba o Bolivia. La culminación de esa perversa interpretación de las reglas del juego llega cuando el poder ejecutivo investido por el legislativo tras votación en urna se considera legitimado para proceder contra las instituciones en beneficio partidista que roza la prevaricación democrática.

En España asistimos a la bochornosa ofensa dominante del populismo sátrapa, cuyo empeño en organizarnos el pensamiento y la vida es impropio de una democracia decente. El ministro Illa maravilla actúa contra Madrid y los madrileños como un ariete del independentismo catalán por razones mayormente electorales y económicas que sanitarias, como demuestran sus sucesivos cambios de las reglas para mantener a Ayuso confinada bajo un dudoso 155 político. Navarra, La Rioja y otras comunidades y ciudades españolas requerirían el estado de alarma como Madrid, de ahí que la pareja Simon-Illa rebaje a 200 o lo que haga falta el tope de contagios por cada 100.000 habitantes. En definitiva, son malos tiempos para la verdad, la democracia y la lírica. Tiempos en los que se está poniendo a prueba la paciencia de España haciendo peligrar el estado de derecho y la separación de poderes desde la conspiración del poder.

Incoherencias pandémicas

LA DEPENDENCIA gubernamental de los separatistas vascos y catalanes nos mantiene atrapados en la incoherencia pandémica de nuestra afligida democracia. Dicen por ahí que Bildu presionó a Moncloa para que no se interviniera Navarra como se hizo con Madrid con el estado de alarma. Pero, ¿realmente gobernando en la comunidad foral PSOE y Podemos hace falta presión alguna? Otro ejemplo de incoherencia: La llamada Ley de la República Catalana establecía que los jueces serían elegidos por el Parlament con mayoría absoluta, como prevé la reforma impulsada por la coalición gubernamental para cambiar el sistema de elección del CGPJ sin los controles constitucionales debidos. Y otra incoherencia pandémica relacionada con la Justicia de la que se hizo uso político: aunque Bárcenas y el PP a título lucrativo han sido condenados por la Gürtel, el alto tribunal rechaza las alusiones del juez De Prada a la caja B usadas en la moción contra Rajoy. Este magistrado ubicado en la izquierda judicial se extralimitó al dar por acreditada una doble contabilidad del PP que no ha sido juzgada. ¿Se extralimitó Sánchez al justificar así la moción que le llevó a Moncloa con la mayoría Frankenstein?

Es la economía, estúpido

LA ECONOMÍA permitió a Bill Clinton ganar las elecciones de EE.UU. en 1992, acuñando la célebre frase: «Es la economía, estúpido». En España fue la economía la que derrotó a Zapatero en las urnas cuando Rajoy accedió a la Moncloa después de los recortes exigidos por Bruselas. Y ahora, con el coronavirus en plena ola, vuelve a ser la economía la que determine el alcance político de la crisis covid. En este sentido hay indicadores que presagian un futuro negro para España. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, sitúa a nuestro país como la peor gran economía avanzada en 2020. Desde la UE se preguntan si la reforma del CGPJ planeada en España motivará la intervención de la Comisión Europea como ocurrió en Polonia con el populismo de extrema derecha. El Gobierno se ha apresurado a decir que los fondos europeos no peligran, pero el PP afirma que cambiar ahora la ley del Poder Judicial los pone en peligro si la UE abre un expediente. Bruselas lo ha avisado. Mientras tanto, el 15 de octubre Moncloa envió a Bruselas los Presupuestos 2021 que prevén 9.000 millones de subidas fiscales con cargo a la clase media.

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