Opinión

Rebrote contra la prensa

Ya estamos en la España de los rebrotes, recta final de la campaña electoral en Galicia y Euskadi. Pero seguimos siendo un país de psicoanálisis pandémico. Mientras se cierra A Mariña y El Segriá, el mundo coronavirus gira en torno a Fernando Simón y su foto de motero con chupa a lo James Dean y opositor a nuevo Che Guevara de la izquierda española. En la arena de Twitter se despellejan Pérez Reverte y Anabel Alonso, más conocida por sus excesos de apología radical en las redes que por su profesión de actriz. Le reprochaba el escritor la expresión "me la suda", más propia de la generalización machista que del feminismo de la provocación y discriminación del hombre que ella ejerce.

El debate anda encanallado porque al Real Madrid le pitan penaltis que son o no son, pero que en modo alguno pueden empañar las victorias merengues en la era postcovid. Los penaltis de antes y de ahora son iguales que los que le pitaron, pitan y pitarán al Barça. Pero en Camp República agitan el epílogo de Messi: Piqué y Bartomeu braman desde la concepción politizada del fútbol ante su previsible derrota liguera.

Algunos medios vuelven a la matanza de elefantes en Botsuana, con el riesgo subliminal que eso supone para el Rey emérito, al que el populismo comunista y secesionista quiere en permanente flagelación: "No lo volveré a hacer más". Eso se acompaña cada cierto tiempo de una cacerolada y del recordatorio de Corinna, a la que Don Juan Carlos le regaló 65 millones de euros por gratitud. Caza mayor para los nostálgicos que perseveran en cuestionar la Corona, la Corina y la Constitución con voluntad de lograr la nueva normalidad republicana a su imagen y semejanza ideológica. Felipe VI estuvo en su sitio al asistir al funeral de la Almudena, gesto que no tuvieron Sánchez e Iglesias. Monarquía.

Y de repente el último verano aparece la cacería a la prensa instigada por los tribunales de la inquisición dominante que conciben el periodismo como el sometimiento a sus objetivos políticos. Son los mismos que desde el Gobierno arremetieron hace poco contra la prensa crítica y de las cloacas. Los mismos que amenazaron desde el poder con denuncias cum fraude y ahora hacen del caso Dina un ataque con señalamientos personales a compañeros periodistas como Vicente Vallés. Señalamientos y persecuciones de parecida factura a las que padecieron y padecimos otros en campañas de desprestigio con finalidad política, que no en defensa de la verdad y la libertad de prensa. Asistimos a los intentos de voladura de uno de los pilares de la democracia: el periodismo libre. Y cabe recordar aquí las tentaciones totalitarias que durante la pandemia mostró el mando único hacia las críticas contra el Gobierno en redes y prensa hasta llegar a preguntar en un CIS sobre la prevalencia de la verdad oficial ante los "bulos e informaciones engañosas". Nos quieren hacer creer que el caso Dina es la conspiración fake del periodismo español al que el poder actual pretende convertir en una gran cloaca por la que verter basura. Pero lo cierto es que España no va a tolerar arrebatos de simplificación populista ni manipulación bolivariana de masas.
 

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