Opinión

Ramón, el emergente

Debo decir, para empezar, que el joven Ramón Tamames es como un gastado pero nuevo, puro y luminoso rayo de luz en la penumbra política de esta España nuestra. Con 89 años a cuestas y un entusiasmo que ya lo quisieran para sí mismos los emergentes, Ramón Tamames ha tenido el arrojo de plantarse ante Sánchez para leerle su discurso filtrado en vez de quedarse en su maravilloso ático a disfrutar de su pensión y de las vistas del Bernabéu. Podemos discutir si Tamames fue y es víctima de su ego y de VOX y de la inoportunidad protagonista de una moción perdida. Pero a Ramón Tamames hay que mostrarle el respeto debido y reconocerle valentía en estas horas bajas de la España partida que disfrutamos gracias, entre otros, a héroes de la Transición como Don Ramón, el emergente de la vieja escuela que trajo frescura al Congreso a estas alturas de democracia.

Ramón el emergente se siente hijo de la Constitución española, pero también es hermano de las libertades y la unidad territorial de un país abocado a la radicalidad de golpistas, proetarras, extremistas y otras especies que deambulan por ese parque Jurásico público español que Sánchez ha querido convertir con escaso éxito en parque temático de su adulación. La autocracia egocéntrica del presidencialismo es una enfermedad que curan las urnas, y que Tamames ha diagnosticado con mayor o peor fortuna, pero con una decente lucidez pese al tramoyismo de esta censura estéril. Su defensa de los pilares de la democracia, empezando por la Corona, la Carta Magna y la separación de poderes, representa un toque de sensatez y razón en esta deriva democrática a la que nos han abocado la mentira oficial, la fragmentación política y la dictadura de la aritmética de mayorías para poder gobernar España.

Ramón el emergente es un tipo con amplias vivencias en el ocaso de una brillante carrera que ha querido dejar en el Parlamento español su epitafio político. Confieso cierta debilidad por su ironía forjada en la excelencia del conocimiento, una vasta cultura y formación económica y la práctica de las ciencias morales y políticas de cuya Academia es miembro. Y sin compartir esta exposición innecesaria a la toxicidad del sanchismo gobernante, muestro curiosidad e interés por uno de esos personajes irrepetibles del mal llamado régimen del 78 cuya herencia nos trajo el mayor periodo de bienestar y convivencia a todos los españoles. Tamames es un tipo entrañable camino de los 90 del que aprender y que practica las buenas maneras de la política para adultos que reivindica Rajoy. Ramón el emergente nos ha dejado su testamento y pensamiento para enriquecer este enorme absurdo en el que se ha convertido la política española. Es comprensible ante la moción de censura el ruido de Vox, la discreta pasividad del PP y el aprovechamiento socialcomunista de la Moncloa vigente. Pero a Ramón Tamames nadie le puede negar el tratamiento de caballero, su señorío y el respeto a las canas teñidas que peina. Ramón se consolida como el emergente profesor no chiflado que desde su vida poniente nos ha traído una bocanada de aire fresco políticamente incorrecto.


 

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