Opinión

Las barbas del vecino

FRANCIA HA liquidado el socialismo tradicional del siglo XX como quien guillotina una cabeza revolucionaria. Es lo que tienen las primarias, que no terminan de resolver las ansias de poder de la política. Los socialistas galos le dieron el boleto al semiespañol Manuel Valls, que ya ha cambiado de chaqueta para ofrecerse a Emmanuel Macron. Y los franceses se lo han dado en las urnas a la herencia de un pésimo Hollande con un pírrico 6 por ciento de los votos, lo que ni siquiera permitió al partido socialista galo llegar a la segunda vuelta electoral. El consuelo consiste en pensar que el futuro presidente Macron fue ministro con Hollande, si bien en su DNI ideológico prevalece el liberalismo de centro en el que predomina el orden económico frente a la demagogia.

En España anda el PSOE a vueltas con la reincidencia de las primarias. Y ya se vio que la elección de Pedro Sánchez fue enmendada por el aparato y por el electorado, que le dio por dos veces un apoyo descendente en favor de Podemos hasta guillotinar a su secretario general en el famoso comité federal de la traición o la sensatez, según se mire. Ahora, los socialistas españoles tropiezan por segunda vez en la misma piedra. Y uno se pregunta si no será un error este sistema de elección de liderazgo que tan rotundamente ha fracasado en Francia y en España, lo que nos lleva a la sabiduría popular que establece aquello de que "si las barbas de tu vecino ves cortar, por las tuyas a remojar"...

Política, economía, corrupción y cambio generacional. Sobre esos pilares se acomoda el mapa español. Al PP le funciona una mayoría electoral pese a las corruptelas que afloran en el propio mandato popular. Y Rajoy ya ha resuelto su liderazgo de cara a una próxima cita electoral, así como los liderazgos de todas las autonomías. Al marianismo no le inquietan ni PSOE ni Podemos ni Ciudadanos. Porque ya se vio en las dos últimas elecciones generales, como se vio en Andalucía con los ERE, que eso está descontado y la gente también vota con el bolsillo y la percepción de bienestar. En consecuencia, estamos en un momento muy delicado, sobre todo para el socialismo español, porque esa hegemonía peligra en la costumbre democrática de la alternancia, tal y como la hemos conocido en España desde las elecciones de 1977. Susana Díaz va a sudar tinta china para ganar a Pedro Sánchez, cuya candidatura significaría volver al pasado socialista del revés electoral y al fantasma de una alianza con el populismo podemita que en Francia o en Holanda han desterrado en favor de la construcción europea. Con este panorama, España discurre por la normalidad del logro del presupuesto 2017 con ayuda de Nueva Canarias, y la presión sobre la estabilidad de una alianza de Sánchez e Iglesias en caso de que el pedrismo logre doblarle el brazo al susanismo andaluz. No estaría de más que el socialismo español se mirara en el espejo, sacara conclusiones e hiciera una lectura sabia de lo ocurrido en el país vecino. Porque lo siguiente puede ser de nuevo el bloqueo y la inestabilidad que nos paralizó entre las elecciones generales de finales de 2015 y junio de 2016.

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