Opinión

La quinta marxista

Sobre el marxismo conceptual y cinematográfico en el final del estado de alarma. 21-J o la anormalidad doctrinal

 CUANDO FELIPE González dice que el Gobierno parece el camarote de los hermanos Marx, no solo se refiere a esa pugna ideológica feminista de escudo social y blindaje electoral que consiste en pedir dos huevos más. También hay que considerar, dada la trayectoria de los protagonistas, aquel brillante gag de Groucho cuando dijo: "Estos son mis principios. Si no le valen, tengo otros". Es decir, la parte contratante de la primera parte, esto es, Sánchez e Iglesias, no se han caracterizado por principios valerosos ni por cumplir sus promesas políticas, que es tanto como decir que no se han comportado con honorable lealtad a la Constitución, a los votantes y al cargo público que ostentan. Felipe González es el purismo del socialismo tradicional al margen de los borrones de los Gal, Roldán y Filesa. Pero Zapatero y Sánchez representan todo lo contrario porque, además de los Ere y otras pifias, son el resultado experimental de una bomba de relojería marxista y proseparatista activada con mecha de ambición absoluta que mezcla sin compromiso de Estado a los hermanos Marx con Karl Marx. El Gobierno de coalición actúa como una prolongación del ‘Manifiesto comunista’ y ‘El hotel de los líos’. La sociedad SanchIglesias parece por momentos un fiel reflejo de ‘El Capital’ y en otros la escena más cómica de Una tarde en el circo.

En España anda el ánimo dando tumbos a diario, como esta política de parvulario marxista con la que nos plantamos en el 21-J, final y principio de ese todo absoluto que pretende ser la «nueva normalidad». La normalidad, en sí misma, es ajustarse a la norma establecida ya conocida, que es la verdadera normalidad habitual y corriente compartida por la sociedad bajo las reglas establecidas de la costumbre, la tradición y la Constitución. Tras una crisis como esta, lo lógico es intentar volver a la vieja realidad, porque buscar una nueva normalidad a la carta es engañarnos a nosotros mismos si se hace para dar cobertura a una gestión errática, turbia y partidista. Si lo que se pretende es fabricar una nueva normalidad a base de decretos-ley, márketing, ocultación de muertos por coronavirus y ofensiva sostenida contra la oposición y la Monarquía, entonces no hay dudas de que se trata de una hoja de ruta con la que propiciar un nuevo orden de inspiración republicana muy arraigada en el Gobierno y los socios que lo sustentan.

Algunos creyeron ver brotes verdes de consenso presupuestario en el postureo del mando único tras dar a entender favorable disposición transversal. Pero en realidad estamos ante otra nueva necesidad de aritmética parlamentaria que roza la hipocresía política pues llega con crispación, división y confrontación tras un antidemocrático cordón sanitario a la derecha. Derecha con la que Pedro y Pablo se quieren ir ahora de parranda a Bruselas. ¿Sería posible respaldar unas Cuentas del Estado con quienes hablan de «crisis y debate constituyente», deploran la Transición y pretenden acabar con lo que llaman régimen del 78? ¿Sería posible apoyar unos Presupuestos con quienes cuestionan la Monarquía y la Carta Magna y pactan con el independentismo golpista condenado por el Supremo ? ¿No será contradictorio garantizar la Legislatura a quienes se entienden con los herederos de Eta para derogar la Reforma Laboral que genera empleo y retirar retratos de Juan Carlos I votando con Bildu en Navarra mientras en Madrid votan con esa derecha extrema tan repudiada de PP y Vox para rechazar una comisión de investigación emérita?

La quinta marxista del insomnio es poco fiable porque falta a la palabra dada al electorado con frecuencia en función de intereses ideológicos y personales en los que prevalece dormir en el colchón de Moncloa y Galapagar y no el interés general. Por pura ortodoxia económica exigida por Europa, pactar unos Presupuestos con una coalición alejada de la realidad de la crisis pero no de la ensoñación permanente del adoctrinamiento, es una aventura sin red salvo que blindes el cumplimiento de acuerdos puntuales y asegures el beneficio de los ciudadanos que contrarreste la incontinente tendencia al engaño de los partidos gobernantes. El mejor detector de mentiras sería proponerle a Sánchez la fórmula sincera y noble de una gran coalición sin Podemos, con el PP dentro o fuera del Gobierno, pero siempre con pactos firmados bajo luz y taquígrafos que obliguen a la disciplina presupuestaria exigida por Bruselas.

Esa es la verdadera garantía con la que la UE soltaría la pasta del rescate dada la falta de crédito de este Ejecutivo instalado en el cortoplacismo de la supervivencia a toda costa. Intentar otra cosa es blanquear un fraude colectivo que ha tenido y tiene sus momentos más gloriosos en la moción de la deslealtad, la investidura robada al desvelo nocturno y la mentira reiterada trufada de propaganda y falta de transparencia en la crisis del coronavirus. A propósito: ¿Cómo sabe Sánchez que ha salvado la vida a 450.000 personas si no sabe que las víctimas mortales reales rondan las 45.000 y no las 28.000 oficiales bajo recuento de Simón, Illa y el Gobierno maravilla?

La madrileñofobia

HA HABIDO POR ahí un intento político de tufillo electoral consistente en cargarle a Galicia el feo cartel de la madrileñofobia, práctica de supuesto rechazo a la visita de ciudadanos residentes en Madrid señalándolos como potenciales portadores del coronavirus. Feijóo ha tenido los suficientes reflejos para zanjar esta campaña en contra de los gallegos, dejando claro que las puertas del turismo están abiertas de par en par para madrileños y resto de españoles, máxime si tienen segunda vivienda en Galicia. Este brote de virus electoralista solo es equiparable a la catalanofobia ensayada sin éxito por el separatismo victimista del desafío ilegal. Una vez finalizado el estado de alarma, la prudencia y la sensatez social e individual son obligaciones de responsabilidad ciudadana ajena a la disputa de finalidad política. Como Madrid, Galicia siempre ha sido una comunidad abierta y hospitalaria que está por encima de estas prácticas basura. Ni el CIS de Tezanos es capaz de tergiversar así la realidad.

Chismes desencadenados

EL CIS DE TEZANOS está tan desprestigiado que ni siquiera los medios más cafeteros le han dado credibilidad. Hasta Feijóo y Urkullu, a los que el CIS da claros ganadores en las autonómicas del 12 de julio, han bromeado con la predicción de cocinilla socia… lista. Los fogones de plato combinado a precio de menú público disparan a Sánchez y PSOE pese a la gestión del coronavirus. El caso Dina amenaza la zona de confort de Iglesias, que debería dimitir si es imputado, según el código ético que el vicepresidente impone a los demás. El juez considera probado que borró la tarjeta del móvil de su asesora, lo que le sitúa lejos de ser víctima de las cloacas villarejas que tanto pregona. La Fiscalía sale en su rescate. Y tres gatillazos de Sánchez AlóPresidente: evita defender la Monarquía de los ataques de sus socios; deja que Podemos, Bildu y ERC humillen a Felipe González en una cacería por los Gal ya juzgados; y se desentiende de la actuación de su ministro Ábalos en el Delcygate y la leyenda urbano-aeroportuaria de las maletas.

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